PANDEMIA
El mundo se estremeció en 2009 con la aparición del virus AH1N1. Aunque este no fue tan letal, demostró la falta de preparación para enfrentarlo.
La noticia puso en alerta roja a las autoridades sanitarias de todo el mundo. Un nuevo virus detectado en México, producto de la combinación genética de las gripes porcina, aviar y humana, estaba circulando entre la población y ya había cobrado varias vidas. La comunidad científica internacional se puso en alerta ante la llegada de una enfermedad desconocida que atacaba principalmente a los jóvenes, tal y como había sucedido con la gripa española en 1918.
Como los expertos esperaban desde hace un tiempo la llegada de una pandemia similar, las medidas no se hicieron esperar. La mayoría de países cerraron sus fronteras o prohibieron la entrada de mexicanos, y los más ricos hicieron millonarios pedidos de medicamentos. La alarma fue mayor cuando la Organización Mundial de la Salud, anunció que debido a la rápida propagación del virus y a la capacidad de transmitirse de humano a humano se había tomado la decisión de elevar a fase 6 el nivel de pandemia de la gripa AH1N1.
Ocho meses después las cifras muestran que el virus resultó no ser tan letal. Hasta el momento se han contabilizado 9.596 muertes en el mundo por AH1N1 frente a un estimado de 500.000 anuales por la gripe estacional. Según el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, la mortalidad es del 0,018 por ciento. En Colombia, el número de fallecidos es de 183, comparado con los cerca de 5.000 por la estacional.
Después de tanta alarma, la pregunta que queda es si hubo exageración en el tratamiento que se le dio a la enfermedad. Las respuestas están divididas. Según César Arias, infectólogo de la Universidad de Texas, parte del éxito fue la reacción oportuna de las autoridades que aunaron esfuerzos para contrarrestar la infección. "El Síndrome Respiratorio Agudo Grave (Sars) y la gripe aviar dejaron lecciones sobre la necesidad de que el mundo esté preparado para epidemias de este tipo", dice Arias. Además, resalta el hecho de que en menos de cuatro meses ya estuviera lista una vacuna. Con él coincide Jorge Méndez, investigador en epidemiología del Hospital Infantil de México, para quien la respuesta fue adecuada porque se trataba de un virus desconocido y un solo caso de muerte era suficiente para hacer un llamado urgente.
Sin embargo, para John Quinn, médico experto en infecciones y asesor de la farmacéutica Pfizer, este hecho demostró la poca preparación para enfrentar una pandemia. "Hubo manejo inadecuado pues en Argentina murieron enfermeras y en muchos lugares el medicamento era insuficiente", dijo Quinn a SEMANA. Para él, la alarma exagerada fue producto de una mala información de las autoridades mexicanas que en un comienzo "se enfocaron sólo en los casos severos". Jorge Alberto Cortés, presidente de la Asociación Colombiana de Infectología, reconoce la oportuna labor del gobierno local, pero considera que las condiciones climáticas del fenómeno de El Niño evitaron una propagación severa. También señalan a los medios pues crearon pánico al "sacar en primera plana a las personas que morían por el virus", dice Arias.
Pero no todo fue negativo. Para Juan Carlos Zevallos, director del Centro de Investigación Clínica de Puerto Rico, esta alarma exagerada ayudó a mejorar las medidas de higiene en el mundo. "Nunca antes la humanidad se había lavado tanto las manos y esto es importante para el control de otras enfermedades infecciosas", dijo Zevallos.
Lo cierto es que, como dice Quinn, de esta experiencia sólo queda "agradecer que no fue tan letal o de otra forma hubiéramos estado en graves problemas". Pero considera que no hay que bajar la guardia pues el futuro del virus todavía es incierto.
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