8 ene 2010

Desde México.-

Octavio Jiménez Rivas/Enfermero de la clínica 89 del IMSS

El arte de cuidar y escuchar

Cuando inició, hace 25 años, en sus labores como enfermero enfrentó burlas, sarcasmos y desprecios porque se veía raro que un hombre se dedicara a esta profesión, hoy se siente satisfecho de dedicarse a esto.


Estar al cuidado de los enfermos en los hospitales era hasta hace unos 20 años casi exclusivo de las mujeres. Se veía “raro” que un hombre cumpliera con estas labores. Octavio fue uno de los primeros, desde hace 25 años es enfermo, lo que al principio le llevó a enfrentar: burlas, sarcasmos, desprecios y desconfianza.
Este tapatío nacido en la colonia del Fresno (15 de noviembre 1964), cuenta que en 1983 cuando lo despidieron de una empresa textil, un vecino le comentó que estaba estudiando enfermería y le aseguró que a los pocos semestres de sus estudios encontraría trabajo. Con esa creencia hizo trámites en la Universidad de Guadalajara a la escuela de enfermería, pero al iniciar las clases cambió su perspectiva e inmediatamente se identificó con esta vocación. Presume que fue un estudiante ejemplar y que el tiempo en las aulas lo aprovechó al máximo; fueron tres años de clases y uno de servicio social para poder titularse como Técnico Superior Universitario en Enfermería. En esos años en su grupo eran solamente tres hombres y 37 mujeres, mientras que en su generación de 240 egresados, sólo ocho eran del sexo masculino.
Conforme ha pasado el tiempo se ha ido “masculinizando” este oficio y “como en todo hay buenos y malos enfermeros y la sensibilidad para tratar a los pacientes ya depende de cada persona”, menciona. Ha cambiado mucho la percepción de la gente.
Tras descubrir que esta profesión era su misión en la vida, tuvo que enfrentar situaciones difíciles como, por ejemplo, trabajar por varios periodos en cuidados intensivos; donde se experimenta todos los días momentos críticos de vida o muerte. “Son pacientes de mucho cuidado, que cuando logran sanarse y te los encuentras en las calles ellos te identifican y te agradecen”.
Está siempre cercano con la muerte y aunque se pudiera creer que para él ya es algo cotidiano, señala que le duele ver sufrir a la gente: “no podemos ser inmunes, podrían decirse que estamos acostumbrados pero siempre es doloroso, lo que hacemos es acompañar a los familiares”. Nunca ha tenido una vivencia en la que se le haya “aparecido” algún paciente, como cuentan las leyendas en los nosocomios y eso que sea dormido en lugares donde antes eran las salas de descanso de las personas que fallecidas. Este tema no es algo que lo inquiete o se sugestione, ni creer que las personas regresen después de muertos.
Los enfermeros o enfermeras también son una especie de psicólogos para la gente y él además se define como una persona muy abierta lo que facilita la comunicación con los derechohabientes, a los que inclusive se pone a cantarles para que pasen un momento menos amargo en su convalecencia.
En 25 años trabajó en Puerto Vallarta, Ciudad Obregón y en varios hospitales de la ciudad. Actualmente es jefe de enfermeros del tercer piso de la clínica 89 del IMMS. Su labor principal es coordinar a sus compañeros, pero no deja de estar al pendiente de los enfermos, además de cuestiones operativas como supervisar procesos y que se tenga los medicamentos y materiales.
Al celebrarse ayer el día de la enfermera y enfermero, señala que se siente muy satisfecho de formar parte de la vida de los pacientes, doctores y compañeros de otras áreas. Concluye que su labor es una “disciplina donde se mezcla la ciencia y el arte de cuidar y curar a los demás”.
Guadalajara. Ramón Rivas Uribe

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