20 ene 2010

Hace 66 años...Tragedia en Mendoza, Argentina.- Colegas Fallecidos.

Cayó en Los Tamarindos
http://www.diariodecuyo.com.ar/home/new_noticia.php?noticia_id=381907 
La angustiosa situación de San Juan provocada, por el gran terremoto del 15 de enero de 1944, con el saldo de diez mil muertos, gran cantidad de heridos y destrucción casi total, llevó una profunda conmoción de los sentimientos más allá de las fronteras de nuestro país.

El mundo se encontraba en guerra, pero prácticamente todos los países americanos y algunos de los beligerantes de ambos bandos, ofrecieron de inmediato su asistencia y solidaridad. Sin embargo, fue Chile quien se apresuró en hacer efectiva su ayuda y colaboración: a primeras horas del 16 de enero, se recibió en la Presidencia de la Nación un despacho telegráfico del embajador argentino en Chile, Dr. Carlos Güiraldes, comunicando el deseo de las autoridades del vecino país de concurrir de inmediato en ayuda de las víctimas del terremoto de San Juan. La respuesta del presidente argentino, Gral. Pedro Pablo Ramírez, agradeció a Santiago el noble gesto de solidaridad y ofrecimiento de valiosa colaboración.

Ese mismo día, a las 16, partía con destino a San Juan, de un avión Junkers del Ejercito Chileno al mando del cirujano Mayor Dr. Jorge Castro, con nueve médicos militares y particulares, un grupo de enfermeras y carga completa de medicamentos e insumos específicos. Inmediatamente después lo hizo un avión de Panagra, con médicos privados y medicamentos. De esa manera quedaba establecido un puente aéreo entre Santiago, Mendoza (El Plumerillo) y Pocito (San Juan).

El 20 de enero, en horas de la mañana, parten de Santiago con destino a San Juan, previa escala en la base Los Tamarindos, Mendoza, dos bimotores Lockheed Lodestar 503 de la Línea Aérea Nacional (LAN), con ayuda a San Juan. El primero, se reabasteció de combustible y continuó su vuelo a San Juan, sin inconvenientes.

El segundo avión, tuvo que esperar la llegada de médicos y personal de enfermería de Buenos Aires, además, cargar medicamentos, equipos e insumos de asistencia a los damnificados. Una vez completado el pasaje y la carga, la aeronave recién pudo decolar de Los Tamarindos a las 19 horas de ese día. Al despegar y cuando se encontraba a poca altura, el avión de precipitó a tierra con una violenta explosión. Los primeros auxilios de la base nada pudieron hacer pues toda la tripulación pereció carbonizada. Las once víctimas fueron el piloto capitán Eduardo Lazo (chileno); copiloto Eduardo Bischoffenhausen (ch.); mecánico Subof. Francisco Mella (ch.); consejero de LAN Chile, Alberto Cumplido (ch.); médicos doctores Hugo Bardiani y Ernesto Vicente Ponce (argentinos); enfermeros cabo 1¦ Eduardo Caicedo y soldado Fernando Fernández (argentinos) enfermeras Angela Medina, María Josefina Ghiglione, Blanca Clermont y Argentina Zárate (argentinas). Los doce ataúdes fueron trasladados en un imponente cortejo fúnebre hasta la capilla ardiente instalada en el Cementerio de Mendoza, donde fueron velados hasta el traslado definitivo al lugar de origen.

El significativo gesto de Chile, debe ser evaluado en su justa y verdadera dimensión. Más allá del valor material, de considerable magnitud, traducido en aporte de equipos, insumos hospitalarios, ropa y alimentos, medios de transporte, servicios profesionales médicos y de enfermería y hasta pérdidas de vida de personas que brindaban generosamente su ayuda a un pueblo golpeado por la fuerza de la naturaleza, debe destacarse la sinceridad, el esfuerzo y la circunstancia en que se hizo efectiva la ayuda chilena brindada al pueblo sanjuanino.

Casi la totalidad del territorio trasandino, está expuesto a elevados niveles del peligro sísmico. La historia del país hermano está signada por violentos terremotos que dejaron su huella de muerte y destrucción y, por tal motivo, el pueblo chileno posee una verdadera conciencia sísmica, acompañada por la comprensión y solidaridad hacia quienes padecen tales infortunios. Tan sólo cinco años antes del sismo que destruyó San Juan, el 24 de enero de 1939, un violento terremoto de 7,8 grados de magnitud Richter, destruyó casi totalmente la ciudad de Chillán, en la zona central de Chile, dejando 25.000 muertos, en una población de 72.000 personas.

Sólo los que hemos sufrido una desgracia similar, sabemos del impacto económico y emocional provocado en la población afectada y del tiempo que demanda superar tal contingencia. Cuando ocurrió el terremoto de San Juan y Chile ofreció desinteresadamente su colaboración a los sanjuaninos, todavía no se superaban los efectos socioeconómicos del desastre de Chillán. Sin embargo, la ayuda chilena se materializó de inmediato y con una efectividad y eficiencia admirables.

Pero no fue sólo la acción oficial, sino también la solidaridad del pueblo chileno en general, traducida en colectas populares y donaciones que se efectuaron espontáneamente.

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