25 ene 2010

Haití, desde España.-

HAITÍ / QUIRÓFANOS DE TRAGEDIA
UN PAÍS DE MUTILADOS
http://www.elmundo.es/suplementos/cronica/2010/745/1264287606.html
Lo que será Haití cuando pase la emergencia se ve en los improvisados quirófanos de los médicos navarros Alberto y Carlos. Llevan más de 400 amputaciones. Otros han perdido la cuenta. Crónica les acompaña y sufre con ellos. A ratos, son capaces hasta de sonreír

PUERTO PRÍNCIPE (HAITÍ)

Lo más alucinante es cuando despiertan los niños y gritan merci, merci, merci y le acabas de cortar un brazo». Lo dicen, extenuados, los médicos españoles Alberto Lafuente Jiménez y Carlos Pastor Idoate. Una amputación y otra y otra (y otra y otra) más. Un brazo, una mano, las dos piernas... y cuando el día parece que acaba, otra más. Y así más de 50 veces al día, casi medio millar en poco más de una semana. Ése es el ritmo que han mantenido ellos desde que pusieron un pie en Puerto Príncipe tan sólo 24 horas después del terremoto del 12 de enero. Es el retrato del futuro de un país: el de niños mutilados, mendigos sin porvenir.

La emergencia más compleja que ha afrontado jamás la comunidad internacional tiene héroes como éstos, que visten una precaria bata ensangrentada cuando se detienen por fin a hablar con el periodista.

«Son traumatismos abiertos y muy infectados, en algunos casos incluso con gusanos, debido a la avanzada fase de putrefacción que presentan. En estos casos lo que estamos haciendo es amputar el miembro afectado, poner antibióticos e intentar que la infección no se agrave y llegue a una sepsis», explica Alberto, coordinador de la asistencia médica española en Haití y anestesista de la Clínica Universidad de Navarra. La realidad, sin paliativos.

La conversación se detiene abruptamente. La niña que lloraba a dos metros de nosotros acaba de morir. Los médicos se vienen abajo y el periodista con ellos, después de muchos días de impresionantes imágenes incapaces de dejar indiferentes a nadie. «No tiene lógica reanimar. No tenemos UCI pediátrica y tiene una infección generalizada. Habría que haberle amputado la pierna pero ya no hubo posibilidad», explica Alberto al hablar de la pequeña, a la que ya le faltaba una de las extremidades.

Su cuerpo moreno yace tumbado y en silencio. Sus alegres trencitas se esfumaron en cuestión de segundos, igual que las más de 100.000 personas fallecidas en este desastre. El enfermero catalán que la atiende llama a su madre y la abraza para consolarla pero realmente lo que quiere es llorar él después de días de horror. Pero su madre no quiere abrazos. Tampoco llora.

Simplemente comienza a bailar, a mirar al cielo y a retorcerse sobre sí misma rítmicamente en una especie de ritual de despedida al alma, ahora que parece abandonar el cuerpo para viajar a un lugar más lejano donde convivirá con sus antepasados. «No entiendo muy bien el tema de la santería, pero es sorprendente ver cómo reaccionan con sus bailes y cantos. Los que estamos aquí respetamos profundamente sus costumbres. A pesar de que tenemos que amputar casi sin anestesia, los haitianos demuestran una capacidad infinita para el dolor y apenas se quejan en comparación con lo que haría un paciente en Europa», resalta el cirujano Carlos Pastor, también llegado de la Clínica Universidad de Navarra. Ha perdido la cuenta de miembros que ha cercenado.

«Hemos tenido que hacer muchas operaciones sin luz, amputando, con frontales (como de minero) en la cabeza y material muy básico, pero siempre buscando la máxima seguridad del paciente dentro de nuestros medios, que no tenga dolor, que no se nos quede en la mesa...» explica Alberto. Los medios que utilizan «son como los que se empleaban en la España de 1930, pero yo estudié medicina precisamente por cosas como ésta. Se pasa mal, duermes en una tienda de campaña, no te duchas, hay mucho estrés, comiendo todo el día latas, pero merece mucho la pena» señala Carlos Pastor, mientras inyecta a una niña.

Las camas tienen un papel con un número escrito con bolígrafo y pegado con celo en la cabecera, se les asigna un orden, cada vez hay menos gente por el suelo, todos los muñones aparecen vendados y los gritos desesperados de dolor han dado paso a lacónicos lamentos que se esfuman entre las maltrechas paredes del Hospital de la Paz del centro de la capital haitiana.

DESASTRE INCOMPARABLE


Después de dos semanas de drama, Haití se han convertido en un país de huérfanos y mutilados tras un desastre muy diferente a otros que han vivido estos especialistas, acostumbrados a luchar contra las catástrofes. «El problema es que, por ejemplo, en el tsunami de Banda Ache hubo muchos muertos y pocos heridos pero en este caso ha habido menos muertos (aunque la cifra es brutal) y sí muchísimos heridos» explica Alberto. Él sabe de lo que habla. Ha estado en Afganistán, en Pakistán (octubre de 2005) y en Indonesia (tras el tsunami de junio de 2006 y el terremoto de septiembre de 2009) y «nunca había visto nada similar». Los niños sanos podrán ser adoptados, pero los mutilados parecen condenados a vivir de la caridad o agonizar en la calles.

Lo espeluznante es que puede ir a peor. Jacques Lorblanches, de Médicos del Mundo, advierte que muchos de los heridos llegan con procesos infecciosos que hacen inevitables las amputaciones, por lo que la organización estima que se realizarán al menos 400 amputaciones más en los próximos días. Se calcula que, cuando se pueda hacer un balance real de esta tragedia, los amputados y tullidos se contarán por miles.

Según los expertos, lo que hace falta son planes de desarrollo bien hechos No tiene sentido enviar 10.000 sillas de ruedas sin un buen plan previamente diseñado porque eso sólo alimenta la corrupción y las desigualdades. ¿Quién las recibiría? ¿Por qué unos sí y unos no?

El mérito de estos médicos no ha sido sólo trabajar en condiciones lamentables, sino en algunos casos inventar pócimas sobre la marcha que sustituyan la falta de oxígeno en los quirófanos. «Aquí hay quetamina, un compuesto que no se utiliza en España porque produce sueños y delirios, pero ellos han investigado y han sido capaces de combinarlos con otras drogas para poder operar» explica Pablo Yuste, jefe de la misión de la Agencia Española de Cooperación y Desarrollo.

Lo más fuerte es la desesperación de la gente y lo más bonito es la solidaridad que se ha dado entre todos los médicos que aquí están. Lo que nunca podrá olvidar ninguno es la imagen de este hospital cuando llegaron: «La gente por el suelo, las moscas, los gritos...».

Entre el 50 y el 80% de los afectados por amputaciones padecen el síndrome del miembro fantasma, creen que las extremidades están allí, donde luce un muñón. Como su país, que parece estar, pero no está.

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