25 ene 2010

Situación en Haití, desde España.-

«Hemos hecho cosas que sólo había leído». Es el relato de May, una de las enfermeras del Samur que ayer volvió de Haití junto a 35 compañeros de Summa, DYA y SEM. El Gobierno regional llama a sus médicos para que acudan voluntariamente a la zona 
Llegan agotados, tras un viaje de locura: de Haití a Santo Domingo en autobús, desde allí un vuelo a Halifax, Canadá, donde toman otro avión hacia Reikjavik, en Islandia, para coger una tercera nave rumbo a Madrid. Pero puede más la adrenalina que aún les circula por las venas tras los doce días pasados en Haití, la capital del horror. «Aquello era el vestíbulo del infierno», explica Javier Quiroga, sanitario del Samur.
En total, 36 médicos, enfermeras y técnicos del Summa, Samur, DYA de Navarra y SEM de Cataluña regresaron ayer a casa de la mano de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo. Gente bragada en estas lides, como Quiroga (Samur): «He estado en el terremoto de Pakistán, en el tsunami... pero no había visto nada como esto».
En el hospital que les asignaron al llegar encontraron «a 250 pacientes muriéndose por el suelo; allí sólo había para atenderles unos oftalmólogos cubanos que habían ido a hacer una campaña de las cataratas». Un equipo multidisciplinar, con marcado sabor hispano, se encargó de organizar su funcionamiento: «Éramos españoles, cubanos, chilenos, colombianos y mexicanos; cada día teníamos un pequeño comité, como la ONU, y poníamos en marcha el servicio. Nosotros nos dedicábamos a clasificar los pacientes y a las urgencias, y el resto de tareas se repartía». Del caos absoluto, «pasamos a tener un hospital casi casi europeo; al final, parecía la clínica Mayo», comenta con humor.
José María Navalpotro, jefe de expedición del Summa, explica cómo era su jornada diaria: «Nos levantábamos muy temprano, sobre las cinco, y hacíamos un desayuno potente porque luego eran muchas horas de trabajo. Calculo que hemos atendido a unos 1.025 pacientes, 275 de ellos niños». Tras la agotadora jornada, «una ducha, cuando funcionaban, y si no, con garrafones». Destacable, por encima del espanto, «la colaboración entre los distintos efectivos de ayuda; todos hemos sido como hermanos». Su balance no puede ser más positivo: «Nos llevamos más de lo que hemos dado».
May, con su cara de niña y su guitarra, estaba impaciente por salir: le esperaba toda su familia, incluido el perro. Menos su novio, voluntario del Samur igual que ella, que partió el jueves con el equipo de relevo de los que ayer llegaron. «Menos mal que nos hemos podido ver una noche en Haití», explica.
Escayolas con cartones
Para esta enfermera del Hospital Clínico San Carlos, con 28 años y una sonrisa contagiosa, Haití ha sido una experiencia única: «Nos habían preparado, pero ni con las fotos ni con lo que te cuentas te imaginas lo que luego ves». Ni las condiciones en que han trabajado: «Hemos puesto escayolas con cartones; los pacientes venían tumbados sobre puertas, porque no había camillas; algunos traían una fractura en un hueso pero se habían hecho un torniquete, y después de dos días, el brazo estaba muerto... hemos hecho cosas que describen los libros, pero que nunca habíamos hecho ni visto hacer». Lo malo es lo que queda allí: «Mucho por hacer; hay tarea para años».
El Gobierno regional hizo un llamamiento a los profesionales sanitarios dependientes de la Consejería de Sanidad para que acudan voluntariamente a Haití. Hasta última hora del viernes, ya se habían recibido 153 solicitudes de personal sanitario.
 

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