24 abr 2010

Chile.-

Enfermería U. de Chile: Crónica de una crisis anunciada
La Escuela de Enfermería de la Universidad de Chile ha paralizado sus actividades. Una profunda crisis les aqueja posterior al éxodo de 7 de sus docentes hacia otras casas de estudios acogiéndose al programa de incentivo al retiro (Ley 20.374). Se suman a esta problemática el déficit de insumos y campos clínicos. El CEE (centro de estudiantes de enfermería) ha hecho una declaración pública a la comunidad universitaria  y un petitorio en el que se explicitan sus demandas a las autoridades universitarias.
El día miércoles 21 se realizaba el Debate Rectoral con miras a la próxima elección de la máxima autoridad de la universidad. Los estudiantes de enfermería intervinieron solicitando la pronunciación con respecto a la contingencia de los aspirantes al sillón de Bello (audio). Sus respuestas estuvieron marcadas por la defensa de la actual gestión por parte de Víctor Pérez (rector vigente), la solidaridad con los estudiantes culpando fundamentalmente al plan de remuneraciones (Jorge las Heras) y por la falta de reconocimiento a la carrera académica (Raúl Morales).
Lo primero a realizar antes de hacer un juicio del origen de esta situación es dejar en claro su importancia como tema contingente más allá de las paredes de sus aulas. Comenzaremos explicando que no es esta una situación puntual y aislada, se trata más bien de un temor que se ha ido cultivando en los años y que se da en diversas facultades de la institución y puede fácilmente extenderse a la realidad del resto de universidades públicas. Que hablemos hoy de enfermería es sólo producto de la agudización del conflicto, de un golpe tan duro que ha impedido a muchos estudiantes comenzar sus prácticas clínicas por falta de docentes. El tema a discutir, sin duda, es la crisis de la educación pública avasallada por las reglas del mercado, la disyuntiva al borde del un abismo de un modelo que se niega a sucumbir, pero que ha llegado a un punto en que debe tomar una decisión, buscar soluciones que podrían terminar con la Universidad de Chile como garante de la educación pública de excelencia de no encontrar una salida que de un viraje a esta situación sin alterar los valores y convicciones que han sido su sello desde sus inicios.
Cuando buscamos soluciones a profundas crisis lo primero es reconocer la existencia del problema y hacer el mea culpa respectivo, puesto si somos líderes y nuestro barco comienza a hundirse hay algo que hacemos mal, o estamos dejando de hacer algo. Es eso lo que no hace Víctor Pérez en su intervención al defender casi pasionalmente su gestión. Ser un líder es también hacerse cargo de los problemas, aunque no seamos directos culpables de ello. Las Heras apunta a lo que ya todo mundo sabe: los académicos de planteles como ‘la U’ no reciben una remuneración competitiva con la que ofrecen las casas de estudio privadas, cuyos planteles cuentan con bastantes docentes emanados de las aulas azules. ¿Podríamos culparlos por ello? Quizás en parte cuando las ofertas que se hacen son desmedidas, pero no deja de ser cierto que un académico de trayectoria y excelencia merece una remuneración equivalente. Tampoco podemos culpar a las autoridades de otras escuelas por querer contar con los mejores profesionales para formar a sus futuros egresados, es algo deseable por todos.
¿A quién culpar? A las pretensión de que todos nuestros académicos sean investigadores, a la consiguiente falta de reconocimiento por la carrera académica al interior del plantel, de acuerdo con lo que expresado por Raúl Morales. Esto resulta parcialmente cierto puesto no es mero capricho la doble funcionalidad de los académicos, es una adaptación a la falta de recursos (al menos en el caso de Medicina). Los académicos a través de los proyectos de investigación solventan en gran parte a la Facultad, cubriendo parcialmente el déficit que se produce cuando un Estado sólo participa con el 14% de las necesidades de su universidad. Es por ello que más que nunca un ‘nuevo Trato’ con el Estado se hace imperioso, eso solucionaría una buena parte del problema si ese 14% se convirtiese en, al menos, un 50%. Quizás de esta forma podría existir una verdadera carrera académica, que reconociese el valor de quienes han formado a generaciones, sin necesidad de forzarlos a ser docentes ‘multitasking‘.
Aún así condenar al Estado y no realizar un mirada introspectiva sería caer en el error de Víctor Pérez. La realidad diversa en los distintos Campus de la universidad dan cuenta que los recursos son distribuidos de forma poco equitativa, y que a su vez existen obvias diferencias en cuanto a la administración. No es menor constatar que los aranceles de varios programas de pregado resultan casi tan costosos como los de una institución privada. La gestión no se salva en este caso, un mal endémico de la administración pública.
Como se aprecia, las culpabilidades son diversas. Lo importante es que nadie se desmarque de ellas y que se busquen rápidas y drásticas soluciones, puesto si esto no ocurre, seremos testigos del fin de la educación pública como alternativa de excelencia para muchos estudiantes. El nivel de endeudamiento para obtener educación de calidad aumentará considerablemente, o tendrán los futuros universitarios que conformarse con una educación que puedan costear en un institución pública con docentes de dudosa calidad en un ambiente de pobre estructura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gestión, Liderazgo Influencia de las Enfermeras/os en Políticas de Salud

Este año, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) propone a los Estados Miembros entablar un debate sobre el género, el liderazgo y...