29 ago 2010

Japón.-

Déficit de enfermeras en Japón
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La población nipona envejece a marchas forzadas, tanto que se prevé que en 2055 más del 40 por ciento del censo tenga más de 65 años. Pese a esto las profesionales procedentes de Indonesia y Filipinas no son bien recibidas en los hospitales japoneses.

(Tokio, Japón). Se suponía que iba a ser la solución perfecta para un problema supuestamente sin solución: ¿cómo cuidar de los enfermos y de los ancianos en un país que tiene una población decreciente y cada vez más canosa?

La decisión que tomó Japón en 2008 de invitar a trabajar a enfermeras y cuidadores en prácticas de Indonesia y Filipinas para cubrir las numerosas necesidades del servicio de salud se interpretó como la demostración de un nuevo espíritu aperturista, en un país que tradicionalmente ha rechazado a los trabajadores cualificados extranjeros.

Pero tres años después de la llegada del primer grupo de trabajadores en prácticas del sureste asiático, el plan, pese a toda su buena intención, está hecho añicos.

De los 254 profesionales indonesios y filipinos que tomaron este año el primer examen de enfermería en japonés, tan solo tres lograron pasar la prueba.

Sin embargo, en los hospitales y centros de atención sanitaria de Japón es más que obvia la necesidad de nuevo personal. Más de una quinta parte de la población nipona tiene actualmente más de 65 años, y la gente en esa horquilla de edad supondrá en 2055 más del 40 por ciento del censo, según cálculos del National Institute of Population and Social Security Research de Tokio.

El gobierno predice además una enorme carencia de cuidadores de ancianos en las próximas dos décadas.

Pero en lugar de ser recibidos como potenciales salvadores de un servicio público que está rozando su límite, los enfermeros extranjeros se han encontrado con una burocracia inflexible, exigencias de idioma que pondrían a prueba a gran parte de los japoneses nativos, y un gremio profesional que apenas disimula el rechazo a su presencia.

Debido a presiones de la Japan Nursing Association, una organización que se ha opuesto sistemáticamente a la contratación de grandes grupos de enfermeros y enfermeras extranjeros, el gobierno exige a los candidatos pasar los mismos exámenes que sus colegas nipones.

El examen contiene miles de términos escritos en kanji y complicada terminología médica. Es tan diabólicamente difícil que la respetada revista Sentaku lo ha descrito como “una prohibición de facto para que enfermeras extranjeras vengan a trabajar a Japón”.

Los candidatos extranjeros, que deben de tener la titulación de su país, reciben clases de idioma durante seis meses antes de trabajar en prácticas al menos tres años. Durante ese periodo tienen que combinar trabajo y estudio, y sólo tienen una oportunidad para presentarse al examen. Si no lo aprueban, tienen que regresar de inmediato a su país.

“La asociación de enfermeras siempre se ha opuesto a este plan”, asegura Hirohiko Nakamura, un diputado del Partido Liberal Democrático que ha hecho campaña para levantar las barreras de Japón a los trabajadores foráneos.

“Cuando empezaron las negociaciones con el gobierno filipino, los opositores intentaron limitar el número de cuidadores extranjeros a entre 10 y 20. Me avergüenza. Su actitud parecía ser como que  de ningún modo podemos tener extranjeros tocando los cuerpos de enfermos japoneses”.

“Me alegré inmensamente cuando se puso en marcha este sistema, por lo que cuando veo cómo ha funcionado me siento amargamente decepcionado”.

Wahyudin, un indonesio de 28 años candidato a ser cuidador de ancianos, resume las frustraciones de los trabajadores de la sanidad extranjeros que quieren empezar una nueva carrera y una nueva vida en Japón.

“Nos resulta muy complicado aprobar este examen en un periodo corto de tiempo, especialmente cuando sabes que sólo te dan una oportunidad”, dice, añadiendo que el examen es más una prueba sobre el conocimiento de japonés de los candidatos que sobre sus habilidades con enfermos y ancianos.

Bajo los acuerdos económicos alcanzados con Indonesia y Filipinas, el servicio sanitario de Japón se suponía que iba a asumir hasta 1.000 trabajadores extranjeros.

Pero tras el entusiasmo inicial, muchos hospitales y centros asistenciales están desvinculándose del plan, argumentando que formar al personal extranjero es demasiado costoso en momentos de recortes presupuestarios.

El gobierno ha respondido prometiendo subsidios a los hospitales que asuman al menos un candidato, y que ayudarán en sus gastos de manutención.

Pero Nakamura cree que el fracaso del plan se debe más a cuestiones burocráticas que financieras. “Es obvio que hay una tremenda necesidad de trabajadores sanitarios de Indonesia y Filipinas”, dice. “No es que los hospitales no los quieran. Están señalando que hay un fallo administrativo en el sistema que les impide actuar”.

Curiosamente, los principales elogios a favor del plan han llegado de parte de las personas que se supone se beneficiarán más del mismo: enfermos y ancianos. Según una encuesta del Ministerio de Salud, más del 90 por ciento de los ancianos o enfermos con minusvalías dicen que están satisfechos con la calidad de los cuidados que les dan sus cuidadores indonesios en prácticas.

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