http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1300719
De impecable factura, el unitario de Underground sortea debilidades en el guión para emocionar y entretener
Noticias de Espectáculos
Nuestra opinión: muy bueno
La relación entre una Eva Perón moribunda y la enfermera de origen aristocrático que elige para encomendarle el manuscrito de su testamento político, Mi mensaje, es el muy ambicioso centro de la primera entrega de Lo que el tiempo nos dejó , un debut que convenció a pesar de un guión algo elemental, falencia que no alcanzó a opacar sus considerables virtudes narrativas o el interés con el que se seguirán sus cinco capítulos posteriores, que recorrerán algunos de los acontecimientos más importantes de la historia argentina del siglo XX.
Su arribo a la pantalla no sólo marca el esperado regreso de un género ausente desde Mujeres asesinas (2005) sino también un inédito nivel de producción y ambiciones para la pantalla chica, que no tiene que ver con el gigantismo de la superproducción, sino con una concepción dramática opuesta: el detallismo microscópico que, cual ósmosis de ficción, sumerge al espectador en un mundo distinto.
Y todo en este 1952 es recreado al dedillo, con indudables recursos pero, sobre todo, con criterioso ojo artístico: desde el almidonado uniforme de enfermera de Elena (sólido trabajo de Vanesa González) y los célebres atuendos de alta costura de la primera dama (Laura Novoa) hasta los autos de la fundación Eva Perón que "piden por ella" tras una entrevista laboral que remeda un choque de civilizaciones -los pulidos modales "oligárquicos" de la enfermera no le impiden darse cuenta de que Evita se burla de sus ambiciones literarias de salón-. En realidad, la confrontación le ha demostrado a la mujer que la joven hará lo que más necesita y lo que su poder impide: que le digan la verdad.
"¿Vos creés que me voy a poner bien?", le pregunta Evita a Elena en uno de los momentos más emotivos del envío, cuando su suerte es clara para todos y para la enfermera más que nadie. "Mi mensaje" es, sobre todo -tal es su acierto- la historia del inesperado compañerismo que entablan ambas, hecho de silencios y gestos privados que contrastan con los gritos destemplados que merecen parientes y colaboradores de Evita.
Las dos son seres consumidos por un trabajo que las define a contramano de los deseos de los hombres en sus vidas: un ausente Perón en el caso de Eva; el omnipresente padre intolerante de Elena (Alejandro Awada), cuyos modos de villano de folletín subrayan un maniqueísmo presente a lo largo de la historia, que eclosiona en un epílogo firmado en pantalla por el asesor histórico del unitario, Felipe Pigna.
Pero no importa: la mano segura de Caetano le imprime un estilo depurado y clásico al relato, apuntalado por la excelencia de los citados rubros técnicos, la solidez de la ascendente González y la insustituible composición de Novoa -que ya había interpretado a Eva en Ay, Juancito -, quien demuestra otra vez esa ductilidad y el carisma circunspecto que continúa aprovechando la pantalla chica.
19,4 PUNTOS
El unitario aplastó a su competidora, Para vestir santos (14,2), y fue el segundo ciclo más visto del día.
Dolores Graña
De impecable factura, el unitario de Underground sortea debilidades en el guión para emocionar y entretener
Noticias de Espectáculos
Elena (González) se suma a una manifestación que viva a Eva Perón (Novoa) Foto: Telefé
Lo que el tiempo nos dejó , ciclo de unitarios producidos por Underground. Producción general: Pablo Culell. Dirección de fotografía: Sergio Dotta. Dirección de arte: Fernanda Trípoli. Diseño de vestuario: Beatriz Dibenedetto. Edición: Guillermo Gatti y Pablo Bologna. Capítulo "Mi mensaje". Dirección: Israel Adrián Caetano. Guión: Marcela Guerty y Pamela Rementeria. Con Vanesa Gónzalez, Laura Novoa, Alejandro Awada, María Onetto y Esteban Meloni. Los miércoles, a las 22.30, por Telefé.Nuestra opinión: muy bueno
La relación entre una Eva Perón moribunda y la enfermera de origen aristocrático que elige para encomendarle el manuscrito de su testamento político, Mi mensaje, es el muy ambicioso centro de la primera entrega de Lo que el tiempo nos dejó , un debut que convenció a pesar de un guión algo elemental, falencia que no alcanzó a opacar sus considerables virtudes narrativas o el interés con el que se seguirán sus cinco capítulos posteriores, que recorrerán algunos de los acontecimientos más importantes de la historia argentina del siglo XX.
Su arribo a la pantalla no sólo marca el esperado regreso de un género ausente desde Mujeres asesinas (2005) sino también un inédito nivel de producción y ambiciones para la pantalla chica, que no tiene que ver con el gigantismo de la superproducción, sino con una concepción dramática opuesta: el detallismo microscópico que, cual ósmosis de ficción, sumerge al espectador en un mundo distinto.
Y todo en este 1952 es recreado al dedillo, con indudables recursos pero, sobre todo, con criterioso ojo artístico: desde el almidonado uniforme de enfermera de Elena (sólido trabajo de Vanesa González) y los célebres atuendos de alta costura de la primera dama (Laura Novoa) hasta los autos de la fundación Eva Perón que "piden por ella" tras una entrevista laboral que remeda un choque de civilizaciones -los pulidos modales "oligárquicos" de la enfermera no le impiden darse cuenta de que Evita se burla de sus ambiciones literarias de salón-. En realidad, la confrontación le ha demostrado a la mujer que la joven hará lo que más necesita y lo que su poder impide: que le digan la verdad.
"¿Vos creés que me voy a poner bien?", le pregunta Evita a Elena en uno de los momentos más emotivos del envío, cuando su suerte es clara para todos y para la enfermera más que nadie. "Mi mensaje" es, sobre todo -tal es su acierto- la historia del inesperado compañerismo que entablan ambas, hecho de silencios y gestos privados que contrastan con los gritos destemplados que merecen parientes y colaboradores de Evita.
Las dos son seres consumidos por un trabajo que las define a contramano de los deseos de los hombres en sus vidas: un ausente Perón en el caso de Eva; el omnipresente padre intolerante de Elena (Alejandro Awada), cuyos modos de villano de folletín subrayan un maniqueísmo presente a lo largo de la historia, que eclosiona en un epílogo firmado en pantalla por el asesor histórico del unitario, Felipe Pigna.
Pero no importa: la mano segura de Caetano le imprime un estilo depurado y clásico al relato, apuntalado por la excelencia de los citados rubros técnicos, la solidez de la ascendente González y la insustituible composición de Novoa -que ya había interpretado a Eva en Ay, Juancito -, quien demuestra otra vez esa ductilidad y el carisma circunspecto que continúa aprovechando la pantalla chica.
19,4 PUNTOS
El unitario aplastó a su competidora, Para vestir santos (14,2), y fue el segundo ciclo más visto del día.
Dolores Graña
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