18 nov 2011

ESPAÑA, ALCALA

Alcalá de Henares • Actualidad • Sociedad
Luces, cámara, bisturí
Redacción - viernes 18 de noviembre de 2011 a las 13:55 horas

Acompañamos a enfermeros, anestesistas y cirujanos en una mañana de quirófanos  en el Príncipe de Asturias.

 

Si ha pasado por la experiencia, sabrá lo que se siente, pero no lo que se ve. Como Petra Benito, una vecina de Anchuelo de 49 años a la que acompañamos en su intervención de vesícula en el Príncipe de Asturias. Una operación de poco más de una hora moviliza a siete personas en el interior del quirófano, sin contar los enfermeros que le han realizado antes las analíticas o las que controlarán después cómo evoluciona su postoperatorio.  La luz violeta y la música del quirófano, el olor aséptico al que con el tiempo se acostumbran todos los cirujanos o el revivir a una anestesia son algunas de las experiencias por las que pasamos en una mañana entre batas azules.
 
Para Petra la jornada empieza poco antes de las siete de la mañana. La suya es una de las intervenciones más comunes a las que se enfrentan cada día en el hospital de Alcalá. Las piedras en la vesícula no han llegado a producirle dolores, pero su presencia podría llegar a causarle una pancreatitis. "Así que aquí estoy yo", dice Petra poco después de las siete y media de la mañana, recién llegada desde su habitación del Príncipe de Asturias a la antesala del quirófano.

Sobre esa hora llega también al hospital Ramón Martín Molinero, cirujano. A esa hora se preparan también en los vestuarios las cirujanas Estíbaliz y Ana; Jesús y Sara, enfermeros; y sus anestesistas, Fátima y Rosa. Se colocan la ropa esterilizada, el gorro, la mascarilla. Después del papeleo, de comprobar sus constantes y que no sufre ninguna alergia, aún despierta, los enfermeros llevan a Petra hasta el quirófano, una sala de última generación en la que se escucha la música de una emisora de radio y el olor es insípido pero intenso. Colgando del techo brillan las luces azules y verdes de las lámparas de leds. En la pared, un equipo informático permite consultar en cualquier momento el historial del paciente.

En un lado del quirófano Sara, la primera en lavarse las manos en un ritual desde las puntas de los dedos hasta los codos que dura casi cinco minutos, prepara el material que utilizarán en la laparoscopia: la cámara que introducirán en su abdomen, el cable con el que insuflarán CO2 para hincharlo y hacer que los órganos se despeguen, las pinzas con las que desde el exterior manipularán su vesícula. Mientras tanto Jesús comprueba que las pantallas de alta resolución por las que verán el interior de su abdomen y el resto del quirófano funcionan correctamente. Y Fátima y Rosa tranquilizan y anestesian a Petra: le inyectan los fármacos hipnóticos que la dormirán, los opiáceos que impedirán que aun dormida sienta dolor y los relajantes musculares que dejarán su cuerpo laxo. Y la intuban.   
Los enfermeros colocan la bata a los cirujanos, para que nada pueda resultar contaminado. Cuatro incisiones de poco más de un centímetro y una dosis de CO2 después y el abdomen de la paciente se hincha. Y la cámara de alta resolución nos conduce, en un momento, a un viaje al interior del cuerpo humano que ya puede verse en high definition por las pantallas del quirófano. En una clase práctica de anatomía, Ramón nos muestra, bajo el hígado, la vesícula de Petra. Y nos cuenta la hoja de ruta: grapar los conductos que llevan la bilis y la sangre a la vesícula para después cortarlos. Y separar con el bisturí la vesícula del hígado para sacarla por una incisión.

Pero todo es tan aséptico que la vesícula de Petra sale en una bolsa de plástico, que antes han introducido por uno de los cortes y en la que la han metido con cuidado. La piedra mide dos centímetros de diámetro. A los cirujanos ya solo les queda coser las incisiones. Mientras tanto Jesús, el enfermero circulante, comienza a recoger el quirófano. Pero para Fátima y Rosa, que durante toda la operación han vigilado las constantes, queda una operación tan complicada como la del principio: extubarla y regresarla de su profundo sueño. "Petra, despierta. Petra, ¿me oyes?", le pregunta Fátima en un volumen elevado. Petra despierta, y desde ahí la conducen a Reanimación, donde otras enfermeras vigilarán su vuelta de la anestesia. Todo ha salido bien, y al día siguiente estará en casa. Y los siete profesionales que han intervenido a Petra se preparan para otra operación, antes de que acabe la mañana.

 

Marina de la Cruz

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