Va terminando el año y, en distintas partes del país, el colectivo de enfermería sigue enfrentando una realidad dura y repetida. Nuestros salarios continúan por debajo de la línea de pobreza; en otros lugares, ni siquiera alcanzan el salario básico.
Miles de enfermeras y enfermeros seguimos perdiendo poder adquisitivo —un 40% menos, incluso según las estimaciones más optimistas. 🆘
Los aumentos comprometidos no alcanzan. 💸
No cubren los gastos esenciales de nuestros hogares: luz, gas, agua, alquiler, educación de nuestros hijos… y mucho menos la mercadería básica para vivir con dignidad: carne, leche, frutas y verduras.
Esta es la realidad que sostenemos día a día mientras seguimos cuidando a la comunidad con profesionalismo y vocación.
Y, sin embargo, seguimos.
Porque la enfermería no es solo una tarea: es un acto de humanidad profunda.
En cada guardia, en cada abrazo que calma, en cada vida que acompañamos, reafirmamos que nuestra fuerza nace de un valor que ninguna crisis puede quebrar: la dignidad del cuidado.
Que este tiempo difícil no apague la esperanza, sino que renueve la convicción de que merecemos un presente justo y un futuro digno.
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