Heriberto Delgado dice que puede adaptarse a cualquier ambiente. No hay nadie, asegura con firmeza, que tenga su fuerza de voluntad. "Es en serio", afirma. Por ejemplo, una vez dijo que dejaría el alcohol, el cigarro y el café, y así lo hizo. Y hace una semana salió de Acarigua y se instaló en una colchoneta frente a la Embajada de Brasil, muy cerca de varios restaurantes. Allí, entre olores de alimentos, está en ayuno con otros seis enfermeros.
Los compañeros de Delgado vienen también del interior del país. Hay 2 de Guárico, una de Vargas y 2 de Carabobo. Sus exigencias al igual que las de los estudiantes que estuvieron 31 días sin comer frente a la sede del PNUD se relacionan con reivindicaciones económicas y sociales, en este caso, de un gremio que, usualmente de bajo perfil, es imprescindible para la atención sanitaria en hospitales públicos y clínicas privadas. Un enfermero con título de técnico superior universitario gana, desde hace 3 años, 1.380 bolívares mensuales, y un licenciado percibe por mes de trabajo 1.483 bolívares. Muchos jubilados no reciben tickets de alimentación y tienen 12 años sin cobrar sus prestaciones sociales. Eso impide que los contratados entren en la nómina, porque los cargos están congelados. Lo que solicitan los huelguistas es que estos problemas se solucionen pronto. A Susan Huamán, enfermera de Carabobo y especialista en hemoterapia, el sueldo de 1.483 bolívares no le alcanza.
Está en la protesta desde hace 8 días. Tiene una hija de 4 años de edad y 3 trabajos: de 7:00 am a 1:00 pm atiende pacientes en el hospital Carabobo; de 7:00 pm a 7:00 am labora en la Ciudad Hospitalaria Enrique Tejera, y cada 5 días hace una guardia de 24 horas en una clínica privada. "La mayoría de mis colegas hace lo mismo. Lo que ganamos en un solo empleo no nos da". Los inicios. Julio García, secretario del Colegio de Enfermeros de Carabobo, anda descalzo entre las colchonetas. No es la primera vez que participa en una huelga de hambre. En julio de 2010 ayunó por siete días con otros tres compañeros. En esa ocasión, las razones eran políticas. Reclamaban que impidieron la participación de la plancha número 1 a la que pertenecía García en el proceso electoral de la institución gremial. García cuenta que se cumplieron los objetivos de esa huelga de hambre: no se realizaron las elecciones en ese estado, y hasta el momento no se han efectuado. Asegura que hay un juego de intereses políticos por el control del gremio. Para solucionar la crisis salarial, los enfermeros se han movilizado: han realizado marchas, paros, se han encadenado. El 11 de marzo de este año, celebraron una asamblea con representantes de los colegios de todo el país. Allí se acordó iniciar la huelga de hambre en Caracas. En esa ocasión, Julio García, Quintín González secretario del Colegio de Enfermeros de Guárico, y Heriberto Delgado se ofrecieron como voluntarios. Después se sumaron los demás. Maryori Díaz, de Vargas, resolvió unirse cuando supo que sólo había cuatro voluntarios hombres. Para ella, la profesión de la enfermería siempre ha estado asociada a las mujeres, y por eso la protesta debía contar con su representación. El 20 de marzo llegaron a Caracas. Decidieron colocar sus colchonetas en la Embajada de Brasil porque, dice García, ese país puede mediar en la solución de la crisis salarial. Consideran que el aumento de 40%, anunciado por la ministra de Salud, Eugenia Sader, no resuelve nada. García explica que ese incremento beneficiará a los enfermeros que son evaluados. A los suplentes y contratados no se les aplica ningún instrumento que mida su desempeño ellos representan 50% del gremio.
Los que están de permiso remunerado, los jubilados e incapacitados, que representan 11% del total, tampoco recibirán el aumento. Sólo 24% de los profesionales, si tienen un desempeño excelente, podrán disfrutarlo. Por eso, allí seguirán, afirma.
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