2 may 2011

Venezuela.-

Gobierno les intervino los teléfonos a algunos enfermeros que estuvieron en huelga de hambre

http://www.noticierodigital.com/2011/05/gobierno-les-intervino-los-telefonos-a-algunos-enfermeros-que-estuvieron-en-huelga-de-hambre/

ND.- Julio García, uno de los enfermeros que se mantuvo 38 días en huelga de hambre, aseguro que durante ese período vivieron la presión e intimidación del gobierno nacional a través de diferentes métodos. Asegura que su teléfono celular estuvo intervenido, en algunos momentos importantes de la protesta no podían mandar mensajes, no tenían señal.
Asegura que hubo llamadas amenazantes a los huelguistas, además había personas que sin identificación se infiltraban entre los periodistas.
Aseguró García que inclusive les llegó un informe de inteligencia que se le escapó al Gobierno donde se apreciaba cómo los evaluaban, lo que les permitió cambiar sus estrategias.
García afirma que lo que se trataba era de “desarticularnos con la falsa excusa de que nuestra huelga no tenían fines reivindicativos y laborales”.
A continuación la entrevista de El Carabobeño a Julio García:
Julio García volvió a hablar sin dolor. Permanecer del 13 al 27 de abril con los labios cosidos, le impidió mucho más que bostezar o reír. La mitad derecha se ulceró, porque hasta allá no llegaba ni la saliva ni la limpieza bucal. Cuatro cicatrices son el primer sello visual de su logro.
Un grupo de enfermeros venezolanos no sólo hizo huelga de hambre por 38 días. Sus colegas protestaron, marcharon, trancaron avenidas, hicieron dos paros, se cosieron la boca, se sacaron la sangre, quemaron a su propia Judas (la ministra Eugenia Sader), escenificaron el lavatorio de pies, la crucifixión y muerte de la salud.
En su punto máximo, la “huelga por la vida” llegó a sumar 45 enfermeros en once estados del país: once en Caracas, seis en Valencia, cinco en Maracaibo, cinco en Mérida, cuatro en San Juan de los Morros, cuatro en Puerto Ordaz, dos en Puerto Cabello, dos en Guanare, dos en Maracay, dos en Barquisimeto y uno en Vargas y en Maturín.
“La confianza de los demás estaba centrada en mí”, confiesa en exclusiva para El Carabobeño el vocero principal de los enfermeros huelguistas de la capital. Aunque todavía siente ese desgaste físico, nutricional y mental, su inseparable agenda marrón de la Apuc quedó como una extensión de su memoria. A ella recurre a la hora de aflorar verdades.
Más allá del ajuste salarial, ¿cuál es el principal logro de la “huelga por la vida”?
- La pérdida del miedo y la combustión social que vivimos trabajadores de la salud y que se hizo extensiva a millones de trabajadores beneficiados. Hicimos resistencia al Gobierno y dejamos de bajar la cabeza para subir la frente en alto. Pasamos la raya amarilla de la protesta para decirle a la ministra Sader: Esto es de nosotros y nos corresponde.
Desarrollaron una “metodología de lucha”. ¿En qué consistió?
- Nuestra pedagogía es que si deseamos vivir y estar bien, tenemos que luchar por lo que queremos. Ese fue el mensaje más importante que dejamos a la sociedad civil; la dignificación de la lucha. Y aclaro que con esto no estamos invitando a que la gente haga huelgas de hambre.
¿A qué y a quién se enfrentaron?
- A un Gobierno que aplicó todas las estrategias de inteligencia para penetrar nuestro entorno e intimidarnos. Al principio vimos cómo huelguistas eran llamados para amedrentarlos y amenazarlos con despidos. Incluso hubo amenazas para los familiares. Querían desarticularnos con la falsa excusa de que nuestra huelga no tenían fines reivindicativos y laborales.
¿Aló, Presidente?
En cuatro años como titular de su línea telefónica corporativa, Julio García jamás había perdido el servicio injustificadamente. Hasta que se convirtió en huelguista. A las afueras de la Embajada de Brasil hubo lapsos de hasta cuatro horas de celular sin señal y mensajes no enviados, casualmente en días claves de la manifestación.
¿Qué hicieron para contrarrestar la intervención de las líneas telefónicas?
- Cuando nos dimos cuenta de eso, le jugamos una contrainteligencia al Gobierno. Sabíamos por cuál teléfono hablar y por cuál no. En otro momento llegó a nuestras manos un informe detallado, día por día, que se le escapó al Gobierno. En él detectamos de qué forma y quiénes nos evaluaban. Eso nos permitió cambiar muchas estrategias.
¿En el sitio también hubo desplazamientos inquietantes?
- En el transcurso de la huelga sentimos la evaluación constante del Sebin y los demás organismos de inteligencia del Estado venezolano. Pasaban carros sin placa a baja velocidad y había personas no identificadas que se metían entre los periodistas en las ruedas de prensa.
Públicamente, el Gobierno mostró otra cara. Las pocas veces que rompió la indiferencia los tachó de locos y de minoría…
- La falta de inteligencia de la Federación de Colegios de Enfermeros, que está arrodillada y acordada con el Gobierno, hizo que las mentiras nos fortalecieran. Las tres veces que habló la ministra de Salud, Eugenia Sader, fue para ayudarnos: primero dijo que éramos minoría, y somos mayoría; por eso el gremio salía en resistencia a ese discurso. Después dijo que nosotros no éramos enfermeros, y el solo hecho de que el 100 por ciento de los huelguistas somos licenciados en Enfermería, generó más rabia. La tercera vez fue cuando respondió que no valía la pena hacer comentarios sobre nuestro paro, y esa fue la peor catástrofe de sus declaraciones. Por eso hubo 20 quemas de imágenes de la ministra en todo el país. No sólo ardió en hospitales sino en comunidades populares.
¿Estaban literalmente dispuestos a morir de hambre por la causa?
- Por supuesto. Conceptualmente, la huelga de hambre tiene como objetivo morir por una lucha. El objetivo se lograba, o moríamos. Psicológicamente, nuestros huelguistas no estaban preparados para más de 14 días. Creíamos que en ese tiempo se resolvería el conflicto, pero el Gobierno nos llevó hasta enclavarnos en la Semana Santa.
Ese fue un punto de declive. ¿Allí pensaron en abandonarla?
- Jamás. Antes de la Semana Santa ya el Gobierno nos había dado la razón en las negociaciones con el viceministro José España. Lo bueno es que el Gobierno siempre fue menos inteligente que nosotros. Nos desestimó tanto, que yo el 13 de abril había anunciado que me cosería la boca a las 5:00 de la tarde, y la cadena nacional terminó antes de esa hora. Recuerdo que esa noche llamaron del Gobierno para ver cómo se podía resolver el problema. “Que no se sigan cosiendo la boca”, decían.
Una huelga carabobeña
En el salón azul del Colegio de Enfermeros de Carabobo, delegaciones de 15 seccionales del país acordaron el 11 de marzo iniciar el ayuno prolongado. El calvario empezó el lunes 21. La entidad fue la que aportó el mayor número de huelguistas y, Valencia, la ciudad del interior del país en la que la manifestación se extendió por más días. Como colofón, el líder de la huelga era un valenciano.
¿Qué papel tuvo Carabobo en esta lucha gremial?
- En Carabobo nació Venezuela y en Carabobo renació el gremio. Veníamos con la desesperanza de que el Gobierno nos robó las elecciones de la Federación. Hicimos un paro, dos marchas, nos encadenamos, fuimos golpeados en la Asamblea Nacional, y todo resultaba estéril. Yo me ofrecí como el primer huelguista, porque lo peor que podemos hacer es no hacer nada.
Con la excepción de los médicos, ¿los ajustes salariales benefician a todo el sector?
- El decreto presidencial exhorta a los organismos públicos a plegarse. Nos reuniremos con el Ejecutivo regional para la homologación. Esto no es problemático, porque las contrataciones colectivas lo ordenan. Lo histórico de todo esto es que el Gobierno, durante los últimos ocho años, jamás había aplicado los pasos en la escala de manera horizontal. El solo hecho, así lo apliquen por antigüedad o por evaluación de desempeño, ya es un logro. Los ajustes conseguidos llegan en algunos casos a más del 100 por ciento. Somos el único gremio que ha superado el techo de 40% de aumento.
¿Cuál es su mensaje para los trabajadores de la salud que no se sensibilizaron con la huelga, pero que también serán beneficiados?
- Que aquí debe haber un desprendimiento de cualquier identidad política. Ningún partido va a generar los beneficios laborales. Hay un sector que se deja manipular, que prefiere pasar hambre pero defender a su tolda.
Cada huelga de hambre deja, por lo general, a un líder político en potencia. ¿Es su caso?
- (Risas). Esta huelga generó un apoyo extraordinario de sectores influyentes en el país, y se convirtió en una gran institución a escala regional, nacional e internacional. Aunque eso nos posicionó, yo no he tomado vinculación con ningún partido político a pesar de que me han hecho ofrecimientos. Pero seguimos en pie de lucha. Hemos dicho que 2011 y 2012 van a ser los años de las contrataciones colectivas.
Vivir en 3 por 15 metros
La mamá de Julio García relata que nació llegando al Hospital Central de Valencia, el 30 de octubre de 1980. Ejerció la enfermería en ese centro, en la Maternidad del Sur y en el Hospital Carabobo, y justo ahora, a los 30 años, cuando sus días transcurren entre la docencia en la Escuela de Enfermería de la Universidad de Carabobo y la actividad gremial desde la secretaría general del Colegio de Enfermeros en la entidad, la huelga de hambre le acaba de cambiar la vida. Y no sólo porque llegó a Caracas pesando 67,5 kilos y la terminó victorioso con 57 kilos.
En el campamento llegaron a ser once, y su colchoneta era justamente la del centro. Aunque tenía cinco y cinco a cada lado, sus vecinas más próximas eran una creyente evangélica y una simpatizante de actividades de santería. Él, autodefinido como el más católico, experimentó esa diferencia de criterios religiosos que finalmente convergen en la fe.
“Terminamos integrados. Mi compañera evangélica se colgó un crucifijo y, en la misa del Jueves Santo, todos comulgamos. Dios fue nuestra gran fortaleza”, relata emocionado.
Después del Todopoderoso, la familia. El líder gremial dice sonriente que gracias a Dagnis Pérez (su esposa), no murieron espiritualmente. Enfermera, egresada de la universidad en la misma promoción que García, se trasladó a Caracas para colaborar con la logística. “Nuestros familiares sufrían tal vez más que nosotros mismos”, observa.
En un día normal, Julio García salía de casa a las 6:00 de la mañana generalmente hacia la UC, y regresaba sobre las 10:00 de la noche luego de talleres, cursos y dos tandas semanales de fútbol. La huelga lo redujo a un espacio de movilización de 3 por 15 metros. Cuando la debilidad se lo permitía, apenas si se movía del baño a la colchoneta, y a la mesa en la que daba las ruedas de prensa.
El profesor Jorge Tricas lo ayudó en el manejo del discurso. Recuerda claramente cómo le respondió al presidente Chávez que los enfermeros no estaban jugando carritos y que le faltó pedagogía al explicar el aumento. “Cuando en las improvisaciones del Teatro Teresa Carreño no supo responder cómo quedaban los contratados, se le sintió la presión. Era un anuncio para más de 100 sectores, pero parecía una cadena dedicada a los enfermeros”.

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