27 jun 2011

PARAGUAY, HISTORIA Forjadoras de ciudadanos

Indudablemente, las maestras más célebres de nuestro país fueron las
hermanas Celsa y Adela Speratti. Pero como una de las características
de los paraguayos es la injusticia, de muchas otras meritorias
personalidades del magisterio nacional, sencillamente nos olvidamos,
aunque sean igualmente merecedoras del reconocimiento de sus
compatriotas.
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Cronológicamente, la primera maestra paraguaya de la posguerra fue
doña Asunción Escalada de Sosa. Fue la continuadora de la labor
iniciada por su abuelo, el gran maestro de mediados del siglo XIX,
Pedro Juan Escalada. De amplia versación, enseñó diversas disciplinas.
La Guerra contra la Triple Alianza no fue óbice para seguir con su
actividad docente. Siguió enseñando en una escuelita instalada en
Atyrá. En la posguerra fundó la Escuela Central de Niñas, creada por
la Municipalidad de la Capital. También participó de las
manifestaciones ciudadanas de posguerra, tocándole importantes
funciones en la reconstrucción nacional.
Pioneras
Una gran maestra extranjera que inició sus labores poco antes de la
Guerra de la Triple Alianza fue doña Dorotea Duprat de Lasserre, de
nacionalidad francesa. Trabajó en Asunción, donde tenía una escuela
denominada Academia de Niñas, en la que enseñaba primeras letras,
labores y costura. Durante la Guerra de la Triple Alianza, fue una de
las Residentas. Cayó prisionera de los brasileños en Espadín.
Destacada maestra fue, sin dudas, doña Rosa Peña de González.
Asunceña, nacida el 30 de agosto de 1843. Estudió en Buenos Aires en
el Colegio de Huérfanos de la Merced, donde obtuvo su título de
profesora normal. Fue discípula del maestro Domingo Faustino Sarmiento
y ejerció el magisterio en la Argentina. Al finalizar la Guerra de la
Triple Alianza, pese a interesantes propuestas laborales, regresó al
Paraguay a sumarse a la reconstrucción nacional. Se casó con Juan G.
González, quien luego ejerciera la primera magistratura por el periodo
1890/94. Mediante su esfuerzo se crearon numerosas escuelas y el asilo
nacional. Con don Atanasio Riera, fue la propiciadora —inclusive pagó
los pasajes—, para que las hermanas Adela y Celsa Speratti se
reintegraran al magisterio nacional.
La lista sigue con doña Rafaela Machaín de Guanes. Tenía apenas tres
años cuando quedó huérfana de padre; este había sucumbido en la
batalla de Tuyutí, el 24 de mayo de 1866, dejando una viuda con nueve
hijos. Al finalizar la guerra, con su hermana Joaquina Machaín se
afanaron en estudiar para poder solventar los gastos de su numerosa
familia. Fue con su hermana una de las primeras maestras recibidas en
el Paraguay. Años después, cuando nuevamente se cernían sobre la
nación paraguaya las sombras de una nueva guerra, doña Rafaela se
entregó al desafío de la hora. Con la experiencia acumulada de haber
participado en numerosas comisiones benéficas, no escatimó esfuerzos
cuando, por sus condiciones personales, fue electa presidenta de la
Comisión Pro Patria María Auxiliadora, entidad en la que estuvo
acompañada de expectables damas de la sociedad paraguaya y cuya sede
era el Colegio María Auxiliadora, de Asunción. Para recaudar fondos,
la comisión presidida por doña Rafaela organizaba conciertos
musicales, puestas escénicas, etc.; así también propició la
constitución de las madrinas de guerra. Ella misma fue madrina de dos
Regimientos combatientes. Falleció en Asunción, el 1 de octubre de
1944 y se le rindieron honores oficiales.
De aquella época también fue doña Concepción Silva de Airaldi.
Educacionista y declamadora asunceña. Estudió en la Escuela Normal de
Maestras. Se graduó en 1898 y se dedicó al magisterio. Ejerció la
dirección de la casa de estudios donde hizo su formación docente. Fue
una activa animadora cultural.
Las continuadoras
Recordada maestra, fallecida hace unas tres décadas, fue la
paraguariense María Felicidad González, nacida en marzo de 1880.
Siendo todavía niña, su familia se radicó en Asunción, donde realizó
sus estudios en el Colegio Las Mercedes, teniendo como maestras, entre
otras, a las hermanas Speratti. Agraciada con una beca del Gobierno,
fue a estudiar en la Escuela Normal de Profesores de Paraná (R.A.),
donde se recibió de maestra normal, en 1905, y de profesora normal, en
1907. Regresó al país en 1908 y ocupó la dirección de la Escuela
Graduada de Encarnación. Fue, con el profesor Julio Frontanilla,
fundadora de la Escuela Normal de Profesores de nuestro país. Publicó
Misceláneas pedagógicas y artículos en revistas extranjeras. Durante
la Guerra del Chaco actuó como enfermera. En 1943 fue inspectora de
Escuelas Normales de la República, y en 1952, asesora técnica del
Ministerio de Educación. Falleció en Asunción, el 17 de octubre de
1980.
Otra gran educadora y gastrónoma fue doña Raquel Livieres de Artecona.
Asunceña, nacida el 9 de julio de 1881. Fue maestra normal y fundadora
de la escuela asunceña de San Roque, donde enseñaba castellano y
guaraní, en tiempos en que esto era casi un delito. También se dedicó
a enseñar economía doméstica y primeros auxilios en colegios y
academias. Durante la Guerra del Chaco, fue enfermera jefe de varios
hospitales de sangre y miembro de varias entidades de servicio social.
Se dedicó, además, a dictar conferencias, y sus amplios conocimientos
culinarios de nuestro país, la llevaron a dedicarse a publicar el
libro La cocinera paraguaya, obra que fue adoptada por el Consejo
Nacional de Educación como texto oficial de las escuelas públicas del
país, además de otros importantes libros de economía doméstica y de
salud. Falleció en Asunción, el 23 de noviembre de 1951.
Otra Escalada en el magisterio nacional fue Emiliana Escalada, quien,
además de docente fue farmacéutica e importante dirigente gremial de
principios del siglo XX. Nació en Coronel Oviedo, en 1884, donde
estudió y, desde muy joven ejerció la docencia. De esa época data su
inquietud por defender a los desposeídos y oprimidos. De su pueblo
natal pasó a la capital de país, donde prosiguió sus estudios en la
Escuela Normal. Enseñó en varias instituciones educativas y dirigió la
escuela General Díaz, de la que hizo una institución modelo. Escribió
varios ensayos, publicados (Juicio sobre la educación, Educación de
sexos, La mujer paraguaya, necesidad de su educación integral; Reseña
histórica del movimiento feminista paraguayo, etc.), pero en los duros
momentos de la dictadura stroessnerista, fueron destruidos. Fue una
gran luchadora por la dignificación del maestro y representó al
magisterio nacional en varios congresos internacionales. También tuvo
una intensa participación en actividades políticas y conoció el
exilio. Representó al Paraguay en el primer congreso internacional de
maestros, realizado en Montevideo. Falleció el 29 de marzo de 1962.
De importante actuación en diversos escenarios fue doña Lidia Frutos
Alderete de González. Quien, como doña Rosa Peña, además de maestra
fue primera dama. Nació en San José de los Arroyos. Egresó de la
Escuela Normal de Profesores N° 1 y usufructuó una beca de
perfeccionamiento en Buenos Aires. Fue docente en el Colegio
Internacional y en otras instituciones educativas de la capital. En un
segundo viaje a Buenos Aires, realizó estudios universitarios y egresó
como doctora en Filosofía. Casada con J. Natalicio González, fue
primera dama de la nación. Un grave accidente le desfiguró la cara y,
años después, acompañó a su marido en misión diplomática. Estudió
Sociología y se doctoró en la Universidad de California. A la muerte
de su marido, se suicidó en la ciudad de México, el 6 de diciembre de
1966.
En San Lorenzo, una gran educadora, como muchas de su generación, fue
doña Clotilde Paredes. Se destacó en la docencia por su capacidad,
profesionalismo y abnegación. Egresada de la Escuela Normal de
Maestras, ocupó la dirección de la escuela que años más tarde se
denominó España, en su ciudad natal. Desde 1916, año de su designación
en su cargo, se hicieron sentir los efectos de su competencia y
eficacia en el magisterio. Durante su dirección, la Escuela España
adquirió la jerarquía de un verdadero Centro Cultural. En su pequeño
teatro se llevaron a cabo veladas de verdadera calidad artística y
cultural, como charlas, conferencias y recitales musicales. Con su
temprana muerte, acaecida en 1931, la Escuela España cerró una etapa
que con estricta justicia puede ser calificada como "la época de oro
de la institución".
Maestra y escritora fue Luisa Ríos Velasco de Caldi, nacida en
Humaitá, el 10 de noviembre de 1902. Se recibió de maestra normal en
la Argentina y ejerció la docencia durante muchos años en la capital
del país, especialmente en escuelas nocturnas, cárcel de mujeres,
correccional de menores y la escuela de ciegos. Durante la Guerra del
Chaco fue enfermera. Fue autora de comedias escolares y escribió
poesías y compuso canciones.
Maestra de alma fue Elida Ayala de Collados, quien además de
educacionista, estudió Medicina, luego Derecho e Historia, además
estudió Musicología, profesorado de Danzas clásicas y modernas, Artes
plásticas y Canto. Colaboró con varios periódicos locales y
extranjeros, e integró un plantel de maestros voluntarios que daban
clases de alfabetización de adultos en plazas y talleres y barrios
humildes.
Otras destacadas maestras, entre muchas otras, son: Edelmira González
de Almeida, luqueña, directora durante más de tres décadas del Colegio
Nacional de Niñas (1946-1981), y Celia Arias Correa, encarnacena,
quien fue catedrática en las escuelas normales y de comercio.
Secretaria interina del Ministerio de Educación, realizó cursos de
especialización en la Universidad de Columbia, EE.UU., además de
visitar centros educativos de varios países europeos. Fue supervisora
General de Escuelas y directora técnica de Educación en el Servicio
Cooperativo Interamericano de Educación.
Más que maestras
También se dedicaron a estos menesteres, maestras como Inés Enciso
Velloso, nacida en Ypané, quien además fue prestigiosa abogada, una de
las primeras mujeres en esa profesión. Además de catedrática en varios
centros educativos, fue asesora jurídica del Ministerio de Industria y
Comercio, de la Administración Nacional de Electricidad y promotora de
los derechos de la mujer. Fue la primera mujer en ocupar un escaño en
la Cámara de diputados.
Destacada actuación tuvo doña Beatriz Mernes de Prieto, formada,
además del Colegio de la Providencia, en Inglaterra. Durante la Guerra
del Chaco fue fundadora de hospitales de sangre, directora de la
primera Escuela de Enfermería y continuadora de la obra de don Manuel
Riquelme, como directora del Secretariado Paraguayo de Niñas. En 1943
fundó y presidió la Institución Cultural Amparo a la Mujer.
Una maestra muy especial fue doña Angela Artigo de Hornug, quien se
preocupó por los alumnos excepcionales, dedicándose a la enseñanza de
sordomudos. Maestra multifacética fue doña Azucena Zelaya,
declamadora, actriz y poetisa. Fundó la Escuela de Arte Julio Correa y
los clubes de arte de escuelas de Asunción y de varias ciudades del
país. En su ancianidad, fundó una escuelita en San Lorenzo, donde
ejerció su actividad hasta el fin de sus días, el 29 de junio de 2000.
También desaparecida hace unos años, fue la profesora Vitalina Páez
Ibarra. De reconocida trayectoria, trabajó en numerosas instituciones
educativas del país. Fue decana de la Facultad de Filosofía y Ciencias
Humanas de la Universidad Católica y tuvo ocasión de dirigir la
institución en los años bravos de la dictadura stroessnerista. Como
vicerrectora de la UCA, impulsó la renovación curricular de las
facultades de la universidad, la actualización permanente del cuerpo
docente y la renovación de los estatutos y la orientación de las
unidades pedagógicas de dicha casa de altos estudios.
Importante papel le cupo desarrollar no solo en el país, sino en la
Argentina a la profesora Isabel Llamosas de Alvarenga. Enseñó, desde
su fundación en la Escuela Artigas y, en una ocasión salvó del
fusilamiento a dos alumnos suyos, obteniendo el indulto presidencial.
Representó al Paraguay en la Convención del Magisterio Internacional
Americano. Fue fundadora de la primera escuela de la Cárcel Pública.
En 1938 fundó el patronato de menores "Paula Albarracín de Sarmiento",
de Posadas. Falleció el 6 de marzo de 1983.
No son las únicas, pero en ellas representamos a las centenares de
forjadoras de ciudadanos paraguayos en los dos siglos que lleva de
existencia el Paraguay.
En San Lorenzo, una gran educadora, como muchas de su generación, fue
doña Clotilde Paredes. Se destacó por su abnegación, profesionalismo y
capacidad.

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