21 ene 2012

Enfermería, un colectivo aplastado por el Ib-Salut

Enfermería, un colectivo aplastado por el Ib-Salut

     

JORGE TERA El director general de Ib-Salut, el señor Bestard, está adquiriendo una más que merecida fama de discípulo de Atila. Por donde pasan sus ejércitos, no vuelve a crecer la hierba. Véase lo que está ocurriendo con la Atención Primaria, con el SUAP, con el gabinete técnico, con los cargos nombrados y cesados a la velocidad de la luz, con las dimisiones, con los profesionales de los servicios centrales, muy recientemente con el hospital de Inca…
Uno de los aspectos más silenciosos de esta dinámica es el aniquilamiento del (poco) poder de decisión del colectivo de enfermería de Ib-Salut. A la controversia entre los profesionales sobre la idoneidad de determinados nombramientos y su capacidad de liderazgo, en función de la falta de información sobre el bagaje en formación y experiencia que ha hecho aconsejable su designación, se suma el exterminio de puestos de gestión enfermera o la degradación de los mismos.
Lo más llamativo es que la "dirección de cuidados de enfermería y coordinación sociosanitaria", el mando que debe dirigir y coordinar a las casi 4.000 enfermeras/os que desempeñan sus funciones para el Servei de Salut, se ha degradado a rango de subdirección. Cabe recordar que entre sus funciones está la de ejercer como superior jerárquico en materia asistencial de coordinaciones, subdirecciones y direcciones de enfermería… Pero evidentemente, la cosa no termina ahí. Hemos perdido la dirección de enfermería de Atención Primaria a cambio de una subdirección, y la dirección de Formentera se ha convertido en una coordinación. La subdirección del 061 ha sido también degradada a rango de coordinación… y todo ello sin contar con que, en algunas gerencias y en el mismo Ib-Salut, la dirección de enfermería ha perdido su dependencia directa del gerente a favor de la figura cada vez más extendida de la "dirección asistencial", cómo no ejercida siempre por un médico y fatídica para el desarrollo de la autonomía de la profesión enfermera. En definitiva, un balance penoso para el colectivo de profesionales más numeroso de la sanidad pública, titulados universitarios y que constituyen la auténtica columna vertebral de la misma.
Pero lo más grave de esta reflexión no es la pérdida de cargos enfermeros. Lo más grave es que los que quedan están siendo sometidos a una dura política de restricción de personal, por lo que en vez de estar trabajando en la calidad de los cuidados que la enfermería ofrece al usuario y al sistema, y en reforzar su papel dentro de éste, la mayoría de ellos/as están dedicando su tiempo a cuadrar plantillas mermadas, coberturas bajo mínimos y ausencias sin sustituir, y en las últimas semanas incluso a decidir cuantas enfermeras sobran en cada servicio una vez que se haga efectivo el mayor retroceso social de los últimos años para los profesionales sanitarios: el retorno a la jornada de 37 horas y media. En los últimos dos años se han perdido, a falta de un análisis más concienzudo, alrededor de 300 puestos de trabajo de enfermería en Balears. Una comunidad que tradicionalmente ha importado profesionales de otras autonomías para cubrir sus necesidades, ve ahora como aquellos se marchan a su lugar de origen o al extranjero, víctimas de un desempleo desconocido hasta hoy en la profesión. Y esto sólo es el principio: si definitivamente se lleva a término el aumento de jornada, es posible que el puesto de trabajo de 300 profesionales más esté en peligro.

Entre los enfermeros y enfermeras, sobra decir que en el colectivo tenemos varios problemas añadidos: entre ellos, la falta de ambición a la hora de asumir poder y decisión en nuestro ámbito, la capacidad (o la costumbre) de ir encajando golpes uno tras otro sin mucho ruido, y la sumisión de muchos de nuestros mandos, incapaces de plantar cara a unas decisiones que otros toman por ellos. Si a corto plazo no somos capaces de vencer estos problemas, Atila volverá a hacer cierta su leyenda.

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