24 jun 2012

La Unidad de Cuidados Paliativos

Luz al inicio del túnel
La Unidad de Cuidados Paliativos puede convertirse en escenario de una comunión, si así se consigue hacer feliz a un paciente
La Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Los Montalvos de Salamanca. (Foto: Ical)
La Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Los Montalvos de Salamanca. (Foto: Ical)
Llega el final de tu vida y lo sabes. Afloran los sentimientos más humanos, ira, dolor, tristeza y miedo. Enfrentarte cada día a estas situaciones no parece un plato de buen gusto para nadie y quienes ajenos a lo que sucede en una unidad de cuidados paliativos piensan sobre como será este trabajo, no encuentran para definirlo nada positivo.

Sin embargo los pasillos que llevan a las habitaciones de los pacientes del Hospital de Los Montalvos en Salamanca no son lúgubres, ni oscuros, todo lo contrario, están llenos de luz, colores alegres y en cada puerta está puesto el nombre de quien ocupa las estancias, junto con una fotografía de una flor o el campo. Son más que números. Los enfermeros, médicos y el resto de personal no están tristes, no arrastran los pies de forma pasiva durante su ronda, dejando que pasen los minutos hasta la hora que acaba su turno.

Hay alegría en esta planta, aunque a muchos les cueste creerlo, porque ellos si que son la luz que los pacientes ven antes de cruzar el famoso túnel. El jefe de esta unidad, Francisco Vara, asegura que el personal que trabaja allí está de forma voluntaria, desde los médicos, hasta los enfermeros o los celadores, por tratarse de un trabajo que puede resultar "duro" y por ese motivo todos pueden irse cuando quieran, aunque desde que se puso en marcha no lo ha hecho nadie.

Es quizá esta vocación hacia los demás, la que hace que los trabajadores presten mucha atención a los "detalles" y aquí se tienen en cuenta tanto las necesidades psicológicas, sociales, problemas físicos o espirituales de los pacientes, como los problemas médicos.

El objetivo es que no se sientan en un lugar hostil y que sea "lo más parecido posible a su casa", o al lugar donde ellos se sienten bien. Por ese motivo, continúa, no es difícil encontrarse con pinturas, manualidades o arreglos florales, que parecen impensables en otros lugares similares.

Los medicamentos que sirven para amortiguar los dolores de los pacientes. (Foto: Ical)

Desde una boda a una comunión

Cuando se trata de conseguir hacer agradable esta etapa final de las personas, quienes dedican su vida a este empleo no entienden de límites. Por el pasillo, uno de los enfermeros, Martín Boyero, destaca por su atuendo. Hoy lleva "la camisa anti estrés", formada por dibujos alegres e infantiles, que es normal, logre arrancar la sonrisa a quienes le ven pasar por su lado. Y si esto no fuera suficiente, no duda en colocarse un guante de látex en la cabeza conectado a una pajita, que cuando hace la ronda infla ante la sorpresa de los internos, tal y como explica una de sus compañeras, la trabajadora social Ruth Martín.

Boyero recuerda algunos de los momentos más emotivos que ha vivido en su trayectoria profesional, entre ellos la comunión que celebraron recientemente en el hospital para la hija pequeña de un paciente, Emiliano. La niña, Lucía, sentía mucho dolor porque su padre no podía participar de este momento y no dudaron en montar la infraestructura necesaria para convertir los pasillos en una zona de celebración y alegría. Este enfermero explica que se le ocurrió la idea "haciendo los purés" y cuando se lo contó al paciente éste se mostró encantado. Confiesa que "nunca" olvidará el cambio del rostro del padre, serio y pensativo en la misa, pero después cuando entró en la habitación, una sonrisa le iluminó la cara y su hija, "tampoco borrará ese momento". Durante esos instantes, afirma que "olvidan el dolor físico y emocional", por lo que no dudan en complacer los deseos del paciente cuando las posibilidades lo permiten y la capilla además de esta comunión, también albergó una boda, relatan.

Con la muerte, cara a cara

Todos estos profesionales saben que una mañana de un día cualquiera, aquellos seres humanos vulnerables con los que una vez rieron, compartieron momentos y a los que han visto sufrir, ya no estarán. Aún así, trabajar con "el final de la vida", paradójicamente "te cambia la vida", según cuenta uno de los psicólogos que forman parte del equipo, Juan Manuel Sánchez, porque primero "dejas de dar valor a cosas insignificantes" y te das cuenta de que la "vida es un regalo", por lo que empiezas a descubrir cuales son los aspectos que de verdad te llenan.

Este psicólogo considera un hito importante el día que se decidió sumar a las terapias médicas la atención psicológica, porque la situación de estas personas genera muchos cambios a nivel emocional, que pueden destruirle tanto como la propia enfermedad y también hay que tratarlos.

Esta labor, confiesa, es "gratificante" y así también lo manifiesta uno de los médicos, el doctor Emilio García, quien aporta su experiencia de más de 20 años en este hospital.

García lamenta que en esta especialidad "éxitos no tienes ninguno" y algunos compañeros podrían sentirse "hundidos" ante este hecho, pero cuando se hace todo lo que está en tu mano por aliviar el sufrimiento de aquellos que confían en ti, acaba siendo gratificante. Los familiares, después de que el paciente muere, aún tienen fuerzas para darle las gracias sinceras por esta labor y apunta que es cuando se da cuenta de que vale la pena hacerlo.

En la sala de espera charla con los médicos y enfermeros Marimar Simón, una mujer cuya entereza admira a quienes le acompañan en esta mañana, porque aunque sus ojos denotan tristeza, su sonrisa es amplia, de sincero agradecimiento a todos los que entre bromas hacen que las penas de ese día, sean menos. Su marido, Emiliano, de 47 años de edad es quien aguarda el final de sus días en una de las habitaciones. Tienen dos hijos, una de ellas es Lucía, la pequeña que pudo hacer la comunión en compañía de su padre.

Cuando habla de la situación en la que se encuentra su familia no se ve más que resignación, cierto miedo, pero no a la muerte en sí. Sin embargo, al recordar ese día si se le nublan los ojos, porque "fue un día feliz", su marido se olvidó de que estaba enfermo.

Cree que lo que más atormenta a su esposo es que su familia pueda quedarse desprotegida, lo demás, la muerte, "viene todo rodado". Aunque el tema del "fin" ronda constantemente en el ambiente, esta mujer asegura que "no todo es triste" y aunque sorprende, a veces se descubre sonriendo. Son 22 días los que lleva acompañando a Emiliano y se sincera al afirmar que los temores acechan cuando piensa en sus hijos, en si deben o no ver como su padre muere, por ejemplo. Los psicólogos la escuchan y entre todos piensan que puede ser lo mejor para estos niños de 14 y 9 años, que así lo han pedido. Marimar cuenta que junto a su marido, ha escrito una carta para cuando fallezca en la que les hablan del futuro y su padre les hace las recomendaciones más banales sobre aspectos cotidianos, para que cuando las necesiten, no les falten aunque él no esté.

Es "triste, duro", continúa, pero destaca que su esposo les ha dado "una lección de vida" y por ese motivo ahora ella tendrá fuerzas para "luchar sola". Antes de terminar la conversación, Marimar les anuncia que volverá al hospital para visitar a los miembros de ese equipo que tanto la han apoyado.

Uno de los pacientes ingresado en la Unidad de Ciudados Paliativos. (Foto: Ical)

Atención integral también en el medio rural

Integrada esta unidad en el Hospital Los Montalvos, como un anexo del Hospital Universitario de Salamanca y al pertenecer al Área de Salud de la Junta de Castilla y León, puede ofrecer a los pacientes una atención funcional e integral. Vara explica que esto posibilita una "continuidad asistencial", es decir, el mismo servicio le da el alta y va a atenderle a su domicilio.

Además, resalta que Salamanca es la única unidad de la región que cuenta con una unidad domiciliaria y de atención en el medio rural de cuidados paliativos, con la que aseguran que los enfermos tengan todas sus necesidades atendidas, aún cuando se encuentran en su casa, por lo que se pueden incrementar las estancias domiciliarias, si esa es la voluntad del paciente.

La formación de los profesionales que trabajan en Cuidados Paliativos es específica y el centro salmantino tiene un "equipo de referencia" a nivel regional desde el año 1998, porque según explica el responsable de la unidad, lo fundamental es que aprendan a trabajar "como un equipo, en conexión con los demás" y por "el bien del enfermo".

De esta forma, trabajadores sociales, médicos, enfermeros, voluntarios y celadores, unen sus potencialidades y se convierten en una "maquinaria más potente".

Un hospital especial

En el año 1948 llegaron a este hospital los primeros pacientes, todos ellos enfermos de tuberculosis que acudían a este sanatorio con la esperanza de una mejoría, que en algunas ocasiones no llegaba. Sin embargo, la historia ligada a este centro da fe de que siempre ha sido un hospital "especial", porque ya en esa época y a pesar de la mortandad que rodeaba a esta dolencia, se convirtió en habitual la celebración de todo tipo de fiestas, en contra de lo que se pudiera pensar y como muestra de la "heroicidad" del ser humano en su lucha por aferrarse a la vida. Así, hay fotos que atestiguan como se veía cine, había fiestas de disfraces e incluso festejos taurinos, por lo que no era difícil que surgieran también noviazgos y amoríos.   


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