20 ene 2013

Enfermería en primera línea


La enfermería se vio durante mucho tiempo como una ocupación a la sombra del médico; en las últimas décadas se ha consolidado como una profesión con cada día más competencias. Ahora, la crisis y los recortes en la sanidad pública han ennegrecido el panorama y colocan en un primer plano el malestar y la inquietud ante las peores condiciones y perspectivas laborales

Una escena cotidiana del trabajo de la enfermería en el hospital Vall d'Hebron de Barcelona: atención a pacientes ingresados

Desde pequeño quería ser enfermero, y ahora que lo he conseguido, ¡vaya futuro! Elegí esta profesión de forma vocacional; me encanta el contacto con las personas, mi madre es enfermera, y siempre quise hacer este trabajo, pero ahora estoy apenado con mi carrera, con mis opciones laborales… Toda la vida estudiar, y sin un trabajo digno". Es lo que piensa B. Piñeiro, un enfermero de 23 años que trabaja en la sanidad pública en Madrid, pero seguramente resume el sentir de buena parte de la enfermería española, que, por su condición de primera fila del sistema sanitario, padece en gran manera los efectos de la crisis, traducida en su ámbito en drásticos recortes presupuestarios.

En España, se estima que hay 240.000 enfermeras en activo (270.000 colegiadas). El último trimestre del 2012, había al menos 18.200 en el paro, según el Consejo General de Enfermería (CGE), que agrupa a los colegios profesionales de España, y el Sindicato de Enfermería (Satse). "La crisis rompe la cuerda por el punto más endeble, que en el sistema sanitario es la enfermería. Según el Ministerio de Empleo, en un año y medio ha crecido el desempleo seis puntos en enfermería, frente a medio punto entre los médicos; es evidente que la enfermería se lleva la peor parte en el ajuste sanitario", asegura el presidente del CGE, Máximo González Jurado.

"Enfermería –añade– era una profesión con empleo precario, por los contratos temporales, de sustitución de días, de horas, pero no había paro. Ahora se dan ambos aspectos; el paro es de una media del 7%. Se han aligerado las plantillas, ha disminuido de manera brutal la contratación temporal. Lo último ha sido el plan de privatización de la Comunidad de Madrid, que podría suponer una reducción del 25% de las plantillas de los centros afectados (seis hospitales y una veintena de centros de salud). No es sólo la crisis, también hay una voluntad política: en la mayoría de las autonomías han preferido despedir a muchas enfermeras antes que a un médico, al que se da mayor valor social, aunque el trabajo de cada uno es distinto".
Míriam Casado, enfermera de la clínica Corachan
La enfermería fue vista mucho tiempo como una ocupación subsidiaria del médico, lastrada por la imagen de las monjas enfermeras, el voluntarismo y el papel de cuidadora que la sociedad atribuye a la mujer. Los enfermeros son minoría, más del 80% del colectivo son mujeres (aunque muchos cargos representativos los ocupen hombres). Las enfermeras siempre se han sentido desaprovechadas en relación con su preparación. Y en los colegios profesionales y Satse siempre se ha mantenido que España debía corregir su modelo pues, en comparación con la mayoría de los países de la Unión Europea (UE) y de la OCDE, tiene muchos médicos y pocas enfermeras. Si en la UE, según datos del CGE de antes de la crisis, la proporción media de profesionales sanitarios es de un 71% de enfermeras y un 29% de médicos (en Suecia y Gran Bretaña hay un 80% o 84% de enfermeras), en España hay un 54,4% de enfermeras y un 45,6% de médicos. La ratio media de la UE es de ocho enfermeras por mil habitantes; la media española es de 5,3 (4,8 según Satse).

González Jurado denuncia además una gran disparidad entre autonomías. Tal falta de enfermeras nunca ha sido admitida por la administración sanitaria, pero los estamentos profesionales subrayan que la crisis empeora todos los baremos y creen que se está ya en una situación límite.
El caso de B. Piñeiro es un baño de realidad: se tituló en el 2009 y desde entonces trabaja con contratos eventuales, algunos de horas. "Hay muy poca demanda, todos los centros sanitarios, públicos y privados, han reducido al mínimo la contratación y tampoco hay demanda en domicilios entre la crisis y los recortes de la ley de Dependencia", se lamenta.

Hizo un máster en urgencias y emergencias, el área a la que le gustaría dedicarse, y aprovecha para ir ampliando su formación. Sobre todo, le llaman de un centro de salud para hacer sustituciones, lo que completa con microcontratos en la sanidad privada. Hay meses que gana 390 euros, el que más no ha pasado de 800, lo que le obliga, indica, a vivir con estrecheces y con ayuda familiar. "Y aún me puedo considerar afortunado, tengo compañeros de promoción peor o sin trabajo", dice.
El estudiante Adrián Miyares
"He ido viendo –relata– cómo empeoran las condiciones. Antes llamaban para sustituir a una persona de baja, después llegó el dos por uno, ahora no te contratan si no faltan tres enfermeros, con lo que la jornada es imposible. Los pacientes intentan ser comprensivos, pero protestan, no saben que muchas veces estamos al límite, que se saca adelante el trabajo con un sobresfuerzo, por humanidad más que otra cosa, porque atendemos a personas enfermas. Tengo poco tiempo por paciente, los recortes afectan a la calidad del servicio, se ve también en el material: antes podías elegir, por ejemplo, entre distintos tipos de apósitos, y si no, se lo recetabas al paciente y lo compraba; ahora no siempre hay de todo, y no te atreves a decir a muchos pacientes que lo compren".

"La enfermería sufre más los efectos de la crisis porque tenía peores condiciones que los médicos. Hay una acuciante pérdida de empleo, y el trabajo de las enfermeras despedidas o no contratadas temporalmente lo asumen las que mantienen el empleo, a las que se ha prolongado la jornada y han perdido entre el 25 y 30% de su retribución anual. Ya se han traspasado los límites razonables", resume Alejandro Laguna, secretario general de Satse, la situación en la sanidad pública principalmente. El sindicato hizo una encuesta en verano que respondieron 1.170 enfermeras de toda España (la mayoría, mujeres de entre 26 y 55 años con contrato fijo). El 62% declaró sufrir el síndrome del profesional quemado (burn out); el 84%, estrés; más del 90%, nerviosismo, angustia o tensión muscular. Más de la mitad decía que alarga su jornada sin cobrar porque no ha podido acabar sus tareas, y casi la mitad declararon que a veces eran desplazadas a otros servicios que no conocen para suplir a compañeros. Laguna alerta que debe preocupar la salud de las enfermeras.

"Hay hospitales de referencia nacional que antes tenían en la UCI una enfermera para cada dos pacientes y ahora atienden a cuatro, que no digan los políticos que no se ve afectada la calidad asistencial ni la carga de trabajo de la enfermera –critica a su vez González Jurado–. En el CGE tenemos un observatorio de los servicios sanitarios y denunciaremos situaciones que entrañen un riesgo para la enfermería o los pacientes. Entendemos que la crisis obligue a adoptar medidas, pero desde hace dos años se toman por decreto, improvisando... Sólo recortar en personal es un disparate".

"Hasta hace un par de años –coincide Laguna– podíamos presumir de la mejor formación de enfermeras, de calidad asistencial y de pleno empleo. En las escuelas, las inscripciones no han disminuido, pero el mercado de trabajo es otro". Cada año se gradúan 9.000 enfermeras.

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