19 nov 2013

Kennedy: últimos momentos en la sala de emergencia

 
 

Un marinero llora cuando el féretro del presidente Kennedy llega al Cementerio Nacional de Arlington el 25 de noviembre de 1963 Foto / AP

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ANNA M. TINSLEY

ATINSLEY@STAR-TELEGRAM.COM

Margaret Hinchliffe nunca olvidará el 22 de noviembre de 1963. Ese día, en su trabajo como enfermera en el Hospital Parkland Memorial, de Dallas, Texas, Hinchliffe se apresuró a ayudar cuando le avisaron que dos personas que habían sido baleadas estaban a punto de llegar al hospital.

Mientras doblaba por la esquina del edificio, vio a la primera víctima –un hombre con la cara ensangrentada– que llevaban en una camilla.

"Vi a aquel hombre todo lleno de sangre, con unas flores cerca de la cabeza", dijo Hinchliffe, que en la actualidad tiene 82 años. "Cogí las flores y las tiré a la basura".

Hinchliffe se dirigió a la Sala de Traumatismos 1, e hizo lo que hacía normalmente: ayudó a colocarle un suero y le puso una máscara de oxígeno en la cara.

Mientras los médicos y otros enfermeros le ponían al paciente otros sueros, le hacían una traqueotomía y le insertaban un catéter, Hinchliffe dejó el salón para ir a buscar sangre tipo O negativa, como le pidió uno de los médicos.

Fue entonces que escuchó el nombre del paciente: el presidente John F. Kennedy.

"Casi me desmayo cuando supe quién era", dijo Hinchliffe al periódico Star-Telegram en una entrevista en el Centro de Ancianos Elmcroft, en Irving, donde vive en la actualidad. "No estaba preparada para ello, no podía creerlo".

Los recuerdos de Hinchliffe de aquella trágica tarde, cuando Kennedy fue asesinado mientras viajaba en una caravana luego de una visita a Fort Worth, son algunos de los que se repasarán el miércoles durante Fort Worth recuerda a JFK, un evento que busca revivir las memorias de la muerte del presidente 50 años después de haber ocurrido.

Se espera que se muestren algunos videos de residentes del área en los que comparten sus recuerdos de aquel día.

YA NO HABÍA NADA QUE HACER

Hinchliffe reconoció que estaba consciente de que el personal médico no tenía nada que hacer cuando llevó al salón de traumatismos la sangre para Kennedy.

"Hicimos todo lo que pudimos", dijo Hinchliffe con voz suave. "Ojalá hubiéramos podido hacer más".

Minutos más tarde los médicos declararon formalmente muerto al Presidente.

"Durante un breve momento todos nos quedamos como paralizados. No podíamos creer que el Presidente estaba muerto", dijo ella en un informe de 1963 que prepararon las autoridades del hospital.

Poco después un sacerdote llegó para darle a Kennedy los últimos sacramentos, y se le permitió a Jacqueline Kennedy, que había permanecido sentada en un pasillo cerca del salón, ver a su esposo. Los médicos y los enfermeros dejaron la habitación.

Después que el sacerdote y la Primera Dama salieron del salón, Hinchliffe y otros enfermeros limpiaron al Presidente, y le quitaron la sangre de la cara, cubriéndolo con una sábana limpia.

Permanecieron junto a él hasta que llegó un ataúd.

"La señora Kennedy entró a la habitación, se quitó el anillo de oro que tenía en un dedo y se lo puso en el dedo anular de la mano izquierda del Presidente", puede leerse en un reporte. "Cuando la señora Kennedy se fue, pusimos el cadáver del Presidente en una bolsa plástica dentro de la caja. Después todos dejamos la habitación y la señora Kennedy entró sola y se quedó allí con el cuerpo hasta que se lo llevaron un rato después".

"Fue muy difícil de creer", dijo Hinchliffe al hablar de aquel día. "Todavía es difícil de creer".

También es difícil de creer la discusión que ocurrió en un pasillo de la sala de emergencias cuando llegaron funcionarios del gobierno para llevarse el cadáver del Presidente en el avión Air Force One. El patólogo local trató de detenerlos porque debía hacerse una autopsia.

Earl Rose, que entonces era el médico forense del condado de Dallas, exigió realizar la autopsia, y dijo que estaba legalmente capacitado para hacerla. Pero fue desautorizado por los funcionarios de la Casa Blanca que querían que la autopsia oficial se hiciera en el hospital de la Base Naval Bethesda.

"Casi tuvimos una pelea en el corredor", dijo Hinchliffe. "Se lo llevaban y no había nada que hacer".

Después que se llevaron del hospital el cadáver del Presidente, dijo Hinchliffe, ella y otros enfermeros limpiaron la sala de emergencias para otros pacientes. Más tarde supieron que la habitación no volvería a utilizarse ese día.

Un tiempo después, dijo Hinchliffe, se percató de que había tirado a la basura el sombrero rosado que Jacqueline Kennedy había usado ese día. Estaba junto con las flores que quitó de la camilla en la que llevaron al Presidente al hospital.

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