24 mar 2014

Un enfermero en el ring, la historia de un luchador

GASTÓN SUÁREZ EN UNA DE SUS PELEAS. SE RECIBIÓ DE ENFERMERO Y ENTRENA A CHICOS DE LA CALLE EN EL GIMNASIO QUE MONTÓ EN BERISSO
Después del hospital asiste a chicos de la calle y sueña con ser campeón del mundo
Gastón se levanta a las 5 de la mañana en su casa de Berisso, se pone el ambo, se sube a la moto y arranca para el hospital Larrain, donde trabaja como enfermero. A la tarde, llega a su casa y entrena para boxear por lo menos 4 horas. Y la disciplina no le pesa porque en esa rutina, él se siente feliz.

Junto a Carlos Suárez, su padre, construyó un pequeño gimnasio. Pero lo que en un principio era un espacio pura y exclusivamente familiar, pronto se convirtió en un lugar de puertas abiertas, al que asisten unos 25 chicos por día para aprender y practicar boxeo.

Con solo 25 años se le nota la vocación de enfermero, su necesidad de cuidar al otro. Cuando reflexiona sobre los pibes que van a entrenar a su gimnasio explica que “el deporte los mantiene alejados de la calle, requiere disciplina, concentración y estrategia, y también les da contención y acompañamiento”.

Él lo sabe bien. Nació y creció en Berisso, en el seno de una familia humilde del barrio Villa Nueva. Tenía 12 años cuando se dio cuenta que el boxeo era su gran pasión. A su mamá no le gustó la idea y el padre creyó que se le pasaría. Pero no, Gastón siguió entrenando hasta convertirse en profesional. “Amar un deporte te ayuda a encauzar las energías y a concentrarte en superarse y mejorar”, afirma.

LA PELEA DE SU VIDA

La historia de este joven boxeador tiene, además, otros matices: siempre supo que quería seguir estudiando y eligió ir tras los pasos de su padre, quien también es enfermero. “Necesitaba tener una profesión, porque vivir del boxeo no es fácil”. Averiguó en varias escuelas y los precios de la cursada no estaban a su alcance. Justo en ese momento, el padre se enteró de que el ministerio de Salud de la Provincia ponía en marcha el Plan Eva Perón, que no solo formaba enfermeros sino que además les pagaba a los estudiantes una especie de beca para que no abandonen.

Hoy hace seis meses que trabaja en el Larrain, el mismo centro de salud en el que estudió. Cuenta que “antes de tener este empleo me dedicaba a hacer changas de chapa y pintura, aunque ya tenía la vocación del servicio sanitario, porque también cuidaba enfermos”.

A mediados de enero, Gastón recibió una noticia que cumpliría uno de sus sueños: tenía la posibilidad de viajar a Brasil y disputar allí el título mundial juvenil de la categoría peso pluma del Consejo Mundial de Boxeo. El problema era que la propuesta llegó diez días antes de la pelea. “Es imposible una preparación en tan poco tiempo. Antes de cada contienda el boxeador debe tener un entrenamiento físico y psicológico que requiere meses”, explica. Sin embargo, juntó coraje, porque ganas ya le sobraban, y allí fue. Para no generar problemas en el hospital, y como entiende que se desempeña en un área “muy sensible”, siguió yendo a trabajar y pidió solo una semana de vacaciones.

“Así como yo seguí los pasos de mi padre en la enfermería, mi papá se recibió de entrenador en la Federación Argentina de Boxeo, y se convirtió así en el único con esa habilitación en Berisso”, dice Gastón orgulloso.

Y fue su padre, quien viajó con él como su entrenador, quien en la noche del 25 de enero, cuando subió a aquel ring del estadio Arena Santos en San Pablo para enfrentar al campeón mundial juvenil, Adeilson Dos Santos, en el sexto round no lo dejó seguir.

Aquella derrota, sin embargo, no terminó con su sueño y, ahora, va por una revancha en mayo.

Mientras tanto, todos los días asiste a los pacientes del hospital de Berisso y entrena en su gimnasio. Suma 70 peleas como amateur y 8 como profesional, de las cuales ganó seis. Dice que sus dos actividades lo apasionan, y que sueña con ser un enfermero campeón.

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