Una patente sin premio
http://www.abc.es/20100426/valencia-valencia/patente-premio-20100426.html
Su invento probablemente salvará decenas de vidas. Pero no va a recibir ni un céntimo por ello. A principios de los años 80, el Sida se reveló como un inquietante enfermedad, sin tratamiento conocido, que pronto causaría estragos en todo el mundo.
Diplomado en enfermería, Valentín Jiménez trabajaba entonces como ATS en el servicio de urgencias del Hospital Clínico de Valencia. Y era consciente del riesgo que corrían profesionales como él de contraer una enfermedad infecciosa, como el Sida o la hepatitis, por un contagio con sus pacientes.
Estas reflexiones le llevaron a patentar en 1989 un dispositivo de seguridad para las jeringuillas. Se trataba de un capuchón elástico que protegía la aguja y retrocedía al clavarla en la piel, impidiendo que entrara en contacto con los dedos del enfermo al poner una inyección.
«En aquel momento», recuerda Valentín Jiménez, «íbamos a «pecho descubierto» al pinchar a un paciente. Al utilizar los dedos índice y corazón para localizar la arteria, si el enfermo hacía un movimiento brusco a causa del dolor el enfermero se podía pinchar y contagiarse». De hecho, las alarmas se habían disparado entre los profesionales del sector tras la muerte de una ATS del Hospital provincial de Córdoba, Dulce Gómez Torres, que se había infectado de Sida, según todos los indicios al pinchar a un paciente del centro.
ABC publicó en diciembre de 1989 la noticia del dispositivo de Valentín, quien sin embargo no llegó a comercializarlo nunca. Pasados los años, dejó incluso de abonar las tasas de la patente, por lo que perdió el derecho a recibir cualquier ingreso generado por su venta.
Algo de lo que puede lamentarse ahora. La Unión Europea está barajando la posibilidad de obligar a todos los hospitales de la eurozona a utilizar un sistema de similares características, para garantizar la seguridad de su personal sanitario. A Valentín Jiménez, hoy ya jubilado, le queda el consuelo de haber salvado numerosas vidas entre sus compañeros.
Su invento probablemente salvará decenas de vidas. Pero no va a recibir ni un céntimo por ello. A principios de los años 80, el Sida se reveló como un inquietante enfermedad, sin tratamiento conocido, que pronto causaría estragos en todo el mundo.
Diplomado en enfermería, Valentín Jiménez trabajaba entonces como ATS en el servicio de urgencias del Hospital Clínico de Valencia. Y era consciente del riesgo que corrían profesionales como él de contraer una enfermedad infecciosa, como el Sida o la hepatitis, por un contagio con sus pacientes.
Estas reflexiones le llevaron a patentar en 1989 un dispositivo de seguridad para las jeringuillas. Se trataba de un capuchón elástico que protegía la aguja y retrocedía al clavarla en la piel, impidiendo que entrara en contacto con los dedos del enfermo al poner una inyección.
«En aquel momento», recuerda Valentín Jiménez, «íbamos a «pecho descubierto» al pinchar a un paciente. Al utilizar los dedos índice y corazón para localizar la arteria, si el enfermo hacía un movimiento brusco a causa del dolor el enfermero se podía pinchar y contagiarse». De hecho, las alarmas se habían disparado entre los profesionales del sector tras la muerte de una ATS del Hospital provincial de Córdoba, Dulce Gómez Torres, que se había infectado de Sida, según todos los indicios al pinchar a un paciente del centro.
ABC publicó en diciembre de 1989 la noticia del dispositivo de Valentín, quien sin embargo no llegó a comercializarlo nunca. Pasados los años, dejó incluso de abonar las tasas de la patente, por lo que perdió el derecho a recibir cualquier ingreso generado por su venta.
Algo de lo que puede lamentarse ahora. La Unión Europea está barajando la posibilidad de obligar a todos los hospitales de la eurozona a utilizar un sistema de similares características, para garantizar la seguridad de su personal sanitario. A Valentín Jiménez, hoy ya jubilado, le queda el consuelo de haber salvado numerosas vidas entre sus compañeros.
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