5 oct 2010

Nicaragua.-

Enfermería una profesión de 67 años
http://www.laprensa.com.ni/2010/10/03/nacionales/39525
    * La enfermería cumple 67 años de ser una profesión en Nicaragua. Con poco salario y muchos sacrificios, la mayor satisfacción de los tres mil profesionales del país es ayudar a los enfermos a mejorar su condición

Por: María Haydeé Brenes F.

En 1934 sólo aquellos que tenían dinero y un espíritu aventurero se dedicaban a vacacionar lejos de sus países de origen. Sin duda los estadounidenses Cornita Bixbi y su esposo eran un par de aventureros. Ese años decidieron viajar a Nicaragua.
Lo que para ellos fue un pormenor en el camino, cuando la señora sufrió un accidente, se convirtió en la semilla que permitió la fundación de la primera escuela de enfermería del país.

 
En Nicaragua existen tres mil enfermeras activas. Se calcula que a nivel mundial hay un déficit del 40 por ciento de enfermeras respecto a los pacientes por atender y nuestro país no parece la excepción.
Al ser trasladada al Hospital Bautista, la señora Bixbi notó la evidente carencia de personal de enfermería. Fue así que decidió escribir a la Junta de Damas Bautistas de New York, sobre la necesidad de crear una escuela de enfermería en dicho hospital.

A esta escuela le siguió la fundación de la Escuela de Enfermería Ruth C. S. Taelher, en el poblado de Bilwaskarma, del municipio de Waspam. Pero es hasta en el año 1943 que da inicio la Escuela Nacional de Enfermería (ENE), estableciendo la enfermería como una profesión en Nicaragua.

“Cuando me gradué del bachillerato mis padres de sorpresa me habían gestionado una beca para irme a México a estudiar Medicina. Aún recuerdo sus caras cuando les dije que yo me quedaría en Managua estudiando enfermería”, señala Nubia Orozco, de la generación de 1968 de la ENE.
“Mi decisión fue la correcta”, asegura, pues al retirarse, luego de 40 años de ejercicio profesional, estuvo en todas las áreas tanto de atención, como de gerencia y docencia. Ahora se niega a quedarse en casa y pasa sus días sumamente ocupada en una oficina de la Asociación de Enfermeras de Nicaragua (AEN).

No deja nada para después. Quizás la urgencia que presta atendiendo a todos los detalles, desde una entrevista no planificada, como la mía, hasta la firma de un documento, le quedó como consecuencia de sus años en la sala de neonatos.


Cada año, los sesenta cupos de la Escuela de Enfermería de la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli) son copados por jóvenes con vocación de servicio, según las autoridades de ese centro de estudios superiores.

Fuera de la oficina donde me atiende, un grupo de enfermeras reciben una actualización sobre atención a pacientes con VIH; es uno de los proyectos que ayudan a mejorar las capacidades de las enfermeras agremiadas a AEN, con financiamiento de colegas canadienses y danesas.

La vida de una enfermera deja muchas satisfacciones, afirma Orozco. “Para mí más que el dinero que gané o el nombre que pude haberme labrado, fue arrebatar de la muerte a niños de horas de nacidos, con puro esfuerzo y tesón, porque me esmeraba aun cuando me decían “no va a vivir”.

“Formaba parte del Sistema Público de Salud y no me llamaban enfermera, sino salubrista. Llegó un niño a la sala con tétano y me pasé horas y horas tratando de encontrar una vena y fui poco a poco con una aguja hasta que al fin logré ponerle el suero; ese niño salió como a los dos meses de neonatos, pero vivió, ni me acuerdo cómo se llama, pero recuerdo la satisfacción de no haberlo dejado morir”.

  Sólo la mitad de las enfermeras del país están organizadas en la Asociación de Enfermeras de Nicaragua (AEN). Pocos son los hombres que optan por estudiar enfermería, según los registros universitarios.

En su familia la vocación por la enfermería, que le permitió a ella especializarse en anestesiología, obtener una maestría en salud pública, un diplomado en gerencia hospitalaria, otro en epidemiología y seguridad social, se multiplicó, así que tiene una hermana, una sobrina y una prima enfermeras, desempeñándose tanto en Nicaragua como en el extranjero.

“El que piensa que la enfermería llega hasta una licenciatura se equivoca”, afirma Orozco. “Aunque fuimos pioneros en la enseñanza de enfermería en Centroamérica, debo reconocer que nos hemos quedado rezagadas con respecto a nuestras vecinas, pero no dormidas”.

“Tenemos maestrías, diplomados y hasta dos de nuestras enfermeras lograron un doctorado. Cuesta, pero se logra”, comenta Orozco.

El pasado 1 de octubre el Instituto Politécnico de la Salud de la Universidad Autónoma de Nicaragua (Polisal -UNAN) conmemoró el 67 aniversario de la enfermería, donde todos los presentes reconocieron que el Estado y la sociedad tienen con esta profesión muchas deudas pendientes.

De acuerdo a la Asociación Nacional de Enfermeras (AEN), que aglutina a un mil 500 enfermeras de las tres mil que se encuentran ejerciendo la profesión en el país, para poder sobrevivir deben duplicar jornadas de trabajo, tanto en el sector privado como en el público.

“Si yo tuviese una plaza en el sector público podría devengar hasta seis mil córdobas (300 dólares aproximadamente), porque aunque hacés turnos y te los pagan, el Ministerio de Salud tiene congeladas las plazas desde hace tiempo y, cuando uno se gradúa, hace el año social, pero después sólo te dan las gracias”, afirmó una enfermera que se desempeña en el sector privado, donde debe llevar hasta su uniforme, porque sólo le facilitan una gabacha.

Otros logran obtener más ingresos porque se desempeñan hasta en dos empleos en el sector privado o rotan a personal de enfermería del sector público.

A diferencia de lo que se cree, los salarios no son altos en el sector privado, pero son los únicos que están absorbiendo a los nuevos profesionales y es por eso que tienen personal, pues pagan cuando mucho entre 150 y 200 dólares al mes.

“Los profesionales de enfermería de Nicaragua devengan los salarios más bajos de toda la región centroamericana. Para poder llevar dinero a sus hogares asumen jornadas de 16 horas diarias de trabajo, duermen poco y se desgastan, porque no hay cuerpo que aguante una jornada tan extenuante ; pero lo hacen porque también, debido a su profesión, casi siempre son jefas de hogar”, comentó la secretaria ejecutiva de AEN.

A los bajos salarios, exceso de trabajo y poco reconocimiento, comenta Orozco, se debe agregar que las condiciones en las cuales laboran son menos que mínimas, pues en los centros no hay equipos suficientes, ni materiales elementales como guantes, gabachas y mascarillas.

“Los riesgos a los que se exponen son mayores y las condiciones laborales no son buenas —refirió Orozco—, no hay la indumentaria para atender a un paciente de alto riesgo, que se establecen en la regulación de carrera sanitaria y código de trabajo”.

La reducción del presupuesto para Salud, aunque el Gobierno diga lo contrario, se evidencia en el cierre de plazas para las enfermeras en el Minsa.

“No hicimos servicio social y no creo que sea porque no nos necesiten”, señala Mariela Gómez, sino porque no había dinero para darnos la ayuda que siempre dan y menos para asegurarnos una plaza; sólo nos extendieron una carta y nos mandaron a la calle a buscar trabajo.

Gómez asegura que ha comenzado a preparar sus papeles para irse del país con ayuda de una familiar.

“A mí me encanta mi profesión”, asegura Gómez. “Sólo espero un día poder desempeñarme en otro país en mi campo profesional”.
“Uno se ilusiona porque la verdad no entra a la carrera pensando que será millonaria, pero al menos poder hacer algo por los demás y el colmo es que ni te dan la oportunidad de aprovecharse de vos, así que ni modo”, afirma la joven, a quien en diciembre sus hermanos le regalaron una enorme mochila para que usara cuando la mandaran a la montaña a poner inyecciones.

La migración no es ajena a esta profesión, comentó la licenciada Margarita Guevara Doña, directora de la Escuela de Enfermería de la Upoli. “No tenemos estadísticas, pero sabemos que hay profesionales en Estados Unidos, España, Costa Rica, Holanda, sabemos que se van porque de las instituciones donde las contratan nos llaman para confirmar su título”.

Guevara Doña señaló también que en Nicaragua hay un 40 por ciento de déficit en cuanto al personal de enfermería y dicha estadística porcentual es similar en todo el mundo, de manera que siempre hay otros países que se convierten en eventuales destinos para las enfermeras.

En el año 2007 la Organización Panamericana de la Salud emitió un comunicado en el cual destacaba que la falta de previsión por parte de países del norte de Europa los había convertido en “grandes aspiradoras de personal médico”, debido a la alta migración que se dio ese año en Argentina, donde de acuerdo a sus estadísticas ahora hay una enfermera por cada 33 personas en el área urbana y una por cada 800 personas en el área rural. En Nicaragua se desconocen estos datos.

“Ellas valoran la migración, es una decisión de cada una”, afirmó la directora Guevara Doña. “Nosotros en la Escuela les enseñamos la mística y la responsabilidad que tienen para con su país, porque es una carrera que se subvenciona completamente con el seis por ciento. Nuestras estudiantes no pagan nada más que matrícula, pero ellas y ellos al final son quienes deciden y es lamentable, pero ellos tienen sus razones para abandonar el país”.

Pese al panorama, cada año los 60 cupos de la Escuela de Enfermería de la Upoli, con 63 años de existencia, son copados por jóvenes cuya vocación es la enfermería, tal como demuestran los tests de personalidad que esta universidad realiza a los primeros ingresos que optan por la carrera.

“El promedio de inscripción para la carrera son cien, pero de ellos los 60 que se quedan son los que demuestran esa vocación para ayudar a otros, que es requisito fundamental para cualquier profesional de la enfermería”, comentó Guevara Doña.

Sin embargo, de los 60 cupos sólo tres son ocupados por hombres, manteniendo la profesión con una mayoría femenina.

“Esto se debe a que aún en nuestra sociedad se considera que quienes debemos brindar cuido a otros somos las mujeres. Hubo años en los que incluso no tuvimos un solo hombre optando por la carrera”, declaró Guevara Doña.

La deserción en las 11 escuelas de enfermería del país es mínima. Tal vez esto se deba a que por su preparación, que combina la práctica con la teoría, desde que inician sus estudios pueden obtener empleos en consultorios médicos privados o como auxiliares de enfermería, haciendo turnos en clínicas y hospitales privados.

“Tenemos la satisfacción de haber logrado graduar en algunas generaciones a todos los que ingresaron juntos”, aseguró Guevara Doña.

Si bien aún no se alcanzan niveles de profesionalización del resto de Centroamérica, las docentes Zeneyda Quiroz y Lilliam Alejandra Peralta, del Polisal-UNAN, afirman —en un estudio presentado con motivo del 67 aniversario— que Nicaragua no se ha quedado a la zaga.

“Fuimos el primer país de Centroamérica en someternos a una evaluación con el Fondo de Asistencia Internacional de Estudiantes y Académicos Noruegos (SAIH)”, reconocen las docentes.

“Formar recursos de enfermería que atiendan a la población con cuidados científicos técnicos actualizados es algo que pretendemos continuar haciendo para beneficio de la población nicaragüense”, señalaron las docentes.

Los profesionales de enfermería son en algunas comunidades rurales del país el único referente que existe del Ministerio de Salud. Ellos se encargan de diagnosticar, remitir e incluso recetar, pero eso las pone en riesgo, pues la Ley General de Salud lo prohíbe. Es por ello que la AEN se encuentra impulsando un anteproyecto de ley para el ejercicio de los profesionales de enfermería.

“Nuestro referente es la Ley General de Salud, pero la misma ley nos manda a regularnos como gremio y eso es lo que pretendemos, para que los profesionales tengan opciones de empleo, pero sobre todo que haya una exigencia para que sea personal capacitado el que ocupe las plazas y pueda continuar desarrollándose”, dijo Orozco.

En las más de seis décadas de la enfermería sólo una auxiliar de enfermería ha sido juzgada por negligencia médica. María Magdalena Sandoval, de 41 años, fue declarada culpable en marzo del 2007, por el homicidio culposo de un paciente del sistema de salud, una anciana de 87 años que murió tras caer de la camilla que ocupaba en la Unidad de Cuidados Coronarios del Hospital Roberto Calderón.

La huelga del personal de enfermería y auxiliares, colegas de Sandoval, no sirvió de nada, pues fue condenada a dos años de prisión.

Tiempo después de impuesta la pena por parte de la juez del Octavo de lo Penal, se publicó en los medios de comunicación el mal estado de las camillas y camas, que tácitamente apoyaban el argumento de la auxiliar de enfermería, quien dijo que la baranda de protección no soportó el peso de la señora cuando se volteó en la camilla.

Como asociación la AEN cuenta con una asesora legal para atender los casos de denuncia en contra de las enfermeras, dijo la secretaria ejecutiva Orozco, “pero ésta ha sido la única vez que se llevó a una auxiliar de enfermería a un juicio, pero lo que ocurre muchas veces es que ni siquiera nos reportan cuando las acusan y les aplican sanciones, para que exijamos como debe ser la creación de comités de revisión de practicas médicas y bioética”.

Edelma Miranda Fonseca, que fungió como directora de la Escuela de Enfermería del Polisal-UNAN, con más de 40 años de experiencia en esta profesión, destacó que el Estado debe comprometerse a mejorar el ingreso de enfermeras al sistema público de salud y mejorar las condiciones que hasta ahora tienen.

“Nuestro trabajo es satisfactorio, porque estamos en los momentos felices y momentos difíciles de las personas, pero una enfermera una vez que cuenta con familia debe sacrificar a los suyos para continuar preparándose y no es justo, porque todo lo que nosotros aprendemos se devuelve a la población”, concluyó Miranda.
De las escuelas que rectorea la UNAN egresan cada año 200 enfermeras, pero aún así no se cumple con los parámetros internacionales en los centros de salud y hospitales, pues por ejemplo la norma exige que en la sala de cuidados intensivos haya una enfermera por cada paciente, igual que en la de neonatos, y se estima que debe haber una enfermera por cada cinco pacientes en las salas, algo que no ocurre en Nicaragua.

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