Miles de personas, aisladas en una zona imposible de llegar
13/03/11 Llegar al noroeste, la región golpeada por el sismo, es una odisea. En auto se avanza 5 km en 8 hs.
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PorDavid Brunat. TOKIO. ENVIADO ESPECIAL
Diario De Viaje
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Cuando uno toca tierra en el aeropuerto de Narita, apenas 16 horas después del quinto terremoto más grave de la historia, su primer instinto es el de empezar a buscar edificios derruidos, o al menos parcialmente colapsados. Al no verlos, comienza a buscar cobertizos o construcciones frágiles desparramadas. Tampoco. Al final, la única señal es una leve grieta de la pintura en la zona de llegadas, imposible saber si a consecuencia del terremoto o por un simple descuido de mantenimiento. Lo que sí se encuentra, contra lo esperado, es una bofetada de normalidad. Suelos impolutos, orden matemático, amabilidad infinita. ¿De verdad en este lugar acaba de ocurrir una catástrofe? La duda se hace más seria al tomar el tren rumbo a Tokio. Ni un edificio derruido, ni un techo, ni siquiera una grieta. Las casas aparecen enteras y la gente discurre a través de la ventanilla con una cotidianidad casi estremecedora. La misma sensación de normalidad se palpa al llegar al centro de Tokio. Hay autos, subterráneo, taxis arriba y abajo… Lo que falta para completar la foto es gente paseando, comprando, enviando mensajes de texto con su celular, que en Japón es ya como una extensión de la mano. También se echan en falta comercios abiertos. Es en esos pequeños detalles donde se palpa que, a pesar de la capa de normalidad que Japón, amante de la perfección y el orden, ha impregnado a la escena, hay algo que no termina de cuadrar.
Para poder sentir la magnitud real de la tragedia hay que agarrar maleta rumbo al noreste . ¿Pero cómo hacerlo cuando es el mismo gobierno japonés quien pone todas las trabas a su alcance para evitarlo? Las prefecturas de Miyagi y Fukushima, las más sacudida por el devastador tsunami del viernes, se han convertido de repente en uno de los lugares más herméticos del planeta. Decenas de periodistas de todo el mundo exprimieron ayer sus ideas y sus recursos para intentar alcanzar ese área desde Tokio. El resultado fue descorazonador.
Intentar accceder a la región manejando un auto es casi una locura. Hay atascos kilométricos en el norte de Tokio , con avances de 5 kilómetos en 8 horas. Además, la policía cerró ayer el paso en la entrada a las carreteras que conducen al noreste del país, a unos 80 kilómetros de Tokio. El viernes, algunos afortunados alcanzaron la zona en helicóptero, pero ayer el gobierno japonés canceló también los permisos de vuelo . Lo que se vio desde el aire fue desesperante. La energía eléctrica sólo llega al centro de Sendai, capital de la prefectura de Myagi, en la región de Tohoku, en el norte de la isla de Honshu, la principal del archipiélago nipón. En un intento desesperado por pedir ayuda, médicos y enfermeras al ver el helicóptero formaron la señal de S.O.S en el techo del hospital de Iwanuma. El hospital se halla semi-sumergido por las aguas.
¿Por mar, entonces? Sería posible, si no fuera porque hay una alerta de tsunami justamente en esas aguas.
Así pues, mientras unos pocos fueron capaces de llegar al epicentro de la tragedia el primer día, los que sólo pudimos pisar Japón ayer nos vemos atrapados en el cordón sanitario impuesto en Tokio .
En otros países, como los del Sudeste asiático, siempre surgen alternativas, guías improvisados encantados de ganar una buena plata saltándose las restricciones, agentes dispuestos a hacer la vista gruesa, regulaciones más laxas. El problema es que en Japón, paradigma del orden y los buenos modales, tratar de serpentear las normas es casi inconcebible.
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