24 may 2011

ARGENTINA, SAN JUAN

La enfermera que vivió toda la historia del Marcial Quiroga

Marta Alfaro de De los Ríos será distinguida hoy, por ser la empleada con más antigüedad del centro de salud que hoy celebra su aniversario: entró a los tres meses de ser inaugurado. FABIANA JUÁREZ - Diario de Cuyo


A pesar de que hace cuatro años hace tareas administrativas y que dejó de asistir a los enfermos, sigue yendo a trabajar con pollera, chaqueta y zapatos blancos. El mismo estilo de uniforme que vistió por primera vez cuando en julio de 1971 comenzó a trabajar en el Hospital Marcial Quiroga, a 3 meses de haber sido inaugurado este edificio y a 6 meses de haberse recibido como Auxiliar de Enfermería. Es Marta Alfaro de De los Ríos, de 62 años, quien hoy, cuando este centro de salud festeje su 40mo aniversario (que en realidad se cumple mañana), recibirá una medalla y un diploma por ser la empleada más antigua del lugar.

Marta recuerda perfectamente los nombres completos de las autoridades que tuvo el hospital hace 40 años. Como también las máximas que recibió de parte de Elsa Flores, la primera jefa de Enfermería. Dijo que todavía le parece escuchar cuando su superiora le aclaró que la prioridad, ante todo, era el paciente. Y el estar siempre dispuesto a brindarle asistencia y contención, sin permitir que el cansancio interfiriera en esa misión.

Marta contó que siempre respetó esta orden a rajatabla. Aunque eso la llevara, a veces, a trabajar más de 24 horas y sin tiempo ni siquiera para tomar un té.

"Varias veces, por falta de personal, la jefa de Enfermería me decía que cerrara la puerta del Servicio de Esterilización donde yo trabajaba y que me fuera a atender a los 42 hombres internados en Clínica Médica -recordó Marta-. Los atendía yo sola, por lo que no me quedaba tiempo más que para elaborar los informes del estado de salud de cada uno de ellos, que después debía entregar a la supervisora".

La enfermera contó que muchas veces fue víctima del miedo y del hambre dentro del hospital, durante sus primeros años de trabajo, pero que estas condiciones no la ahuyentaron de su deber. Miedo que sintió cada vez que tuvo que atravesar sola y en penumbras el subsuelo del hospital, transportando cadáveres hasta la morgue. Y hambre que padeció los días que le tocó trabajar de corrido, sin previo aviso, y que sació comiendo los restos de comida que dejaban los pacientes.

"Siempre me hizo feliz el poder sentirme útil para los demás -afirmó Marta-. Aunque sea dando una palabra de aliento como hice para el terremoto del "44. La intensidad de los temblores trabó las puertas de las salas donde estaban internados los niños y las madres gritaban desesperadas porque no podían entrar para ver si estaban bien. Amo lo que hago y no concibo mi vida sin esta profesión. Es por eso que cuando me comunicaron que iba a pasar a hacer tareas administrativas, lloré".

De todos modos, aún haciendo trabajo de oficina, Marta sigue vistiendo el uniforme blanco. Y prestando servicio, aunque afuera del Hospital Marcial Quiroga. Desde hace 10 años es la enfermera particular de su esposo que quedó postrado en la cama a causa del Mal de Parkinson.

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