ELECTRÓN LIBRE
JESÚS VILLAR Al cumplirse 100 años del nacimiento de Mario Moreno Cantinflas, he abierto un cajón en mi memoria para desempolvar la película El señor doctor, que protagonizó este actor mexicano en 1965. Cantinflas era un personaje digno de risa en su representación bonachona del macho mexicano y sus bravuconadas solían terminar en una huida al estilo de Charlot, el personaje de Chaplin. En El señor doctor, las enfermeras iban vestidas con cofia, camisa, falda, delantal, medias blancas y zapatos blancos. No recuerdo verlas en minifaldas, un estilo que sí adoptaron las enfermeras en España durante mi época de médico residente. Pero con el tiempo, las mujeres que trabajaban para el Sistema Nacional de Salud como enfermeras o auxiliares de enfermería se dieron cuenta de que la imagen de enfermera Barbie les degradaba profesionalmente. Las reivindicaciones feministas por la igualdad de derechos y las exigencias cada vez mayores como profesionales de la salud y no como floreros y sirvientas del médico dieron carpetazo a la enfermera que enseñaba las piernas al andar y las bragas al agacharse.
El uso de la falda o del traje ceñido por el personal de enfermería es discriminatorio. En ningún hospital público del Sistema Nacional de Salud las enfermeras visten con falda o traje. La distinción de sexo que fuerza esta vestimenta no es objetiva ni razonablemente justificable. Es paradójico que en algunos hospitales privados se siga obligando a que el personal femenino siga vistiendo la vestimenta tradicional y sea obligatorio el uso del pijama sanitario en los quirófanos y otros lugares del hospital. Esta imagen que proyectan las mujeres que trabajan en centros sanitarios privados no se corresponde con la profesión de enfermería ni con la visión empresarial del siglo XXI. La enfermería es una carrera universitaria con atribuciones cada vez más importantes y necesarias, tanto en la asistencia como en la gestión de los cuidados sanitarios.
La falda o traje corto no solo son prendas incómodas sino que ofrecen muchas desventajas para trabajar con enfermos. El uso de la falda o del traje puede ser un riesgo para el personal que los utiliza y para los enfermos, dado que la enfermera está más pendiente de los movimientos o desplazamientos involuntarios de la falda o del traje que de lo que tiene entre manos. No es la primera vez que se han dejado caer bandejas, medicación, catéteres estériles, jeringas y otros utensilios para evitar que la ropa interior de una enfermera sea objeto de las miradas de médicos, pacientes y familiares. Pero donde la falda o el traje han demostrado ser una vestimenta imposible y peligrosa ha sido en los momentos difíciles en los que una enfermera cualificada inicia o ayuda con total profesionalidad en las maniobras de reanimación para salvar a un paciente que ha presentado una parada cardiorrespiratoria.
He visitado muchos hospitales europeos y norteamericanos y sus enfermeras visten conjuntos alegres de camisa y pantalón de diversos colores o estilos dependiendo del tipo de hospital o de la especialidad en la que trabajan. Hay numerosos estudios demostrando una asociación beneficiosa entre el color y diseño de esos conjuntos con el mejor trato y manejo de los enfermos en centros pediátricos, geriátricos, traumatológicos, oncológicos y en servicios de urgencias. Pero hay empresarios del sector de clínicas privadas en España que son de la opinión de que una enfermera da mejor imagen si viste con falda mostrando parte de su cuerpo y ofreciendo una imagen servicial. Lejos de ser un signo de identidad de la empresa que lo obliga, el uso de la falda o del traje ceñido tiene un enorme componente machista que no se justifica desde el punto de vista cantinflero de dar más visibilidad a las enfermeras. Es un ejemplo más de un sexismo simbólico trasnochado con repercusiones inconscientes asociadas a unos atributos del pasado construidos de abnegación, vocación de servicio, docilidad, obediencia y subordinación. Hay que desterrar de una vez por todas la noción de la enfermera como la asistente, la que sirve al médico. La imagen de enfermera Barbie refuerza ese estereotipo.
¿Por qué siguen estas clínicas y empresarios empeñados en no aceptar las innovaciones de otros países, sobre todo cuando no cuestan más? Es otro ejemplo de la ceguera periférica que padecemos y que nos coloca en el país del día de ayer y no del día de mañana. Muchos siguen estando en el país cantinflero de El señor doctor. Habría que pedirles a los enfermeros que en solidaridad con sus compañeras vayan a trabajar en faldas desde mañana. Es muy posible que solo así, los Colegios Profesionales de Enfermería y los sindicatos con representación sanitaria dejen de ser cómplices de esta cantinflada. Buen día y hasta luego.
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