22 nov 2011

URUGUAY, MONTIVIDEO


Nacional

Caóticas jornadas en las emergencias

Hospitales públicos. Los pacientes que llegan a las emergencias sufren las consecuencias de conflictos y falta de recursos Crónica de guardias en las tres principales puertas de Montevideo

. RUGGIERO / F. CASTILLO

Las emergencias de los hospitales públicos funcionan al borde del caos, con personal insuficiente y a veces sin insumos para atender una demanda siempre alta. El personal convive entre pacientes psiquiátricos, drogadictos y reclusos.

Hace dos semanas, un grupo de funcionarios de las puertas de emergencias públicas dijo basta y coordinó con sus pares un "faltazo" a sus puestos de trabajo para demostrar que en verdad se necesita más personal, y para abrirle los ojos a las autoridades sanitarias sobre sus condiciones de trabajo.

Los enfermeros -que tienen un sueldo promedio de unos $ 12.500 con tiques de alimentación incluidos- hace meses que reclaman una mesa de negociación con el gobierno para exponer sus reivindicaciones. Dicen que trabajan en un clima de inseguridad permanente, al borde de la omisión de asistencia porque faltan funcionarios y mejor infraestructura.

El País recorrió, en diferentes días y turnos, las puertas de emergencias de los tres hospitales de referencia de Montevideo.

Pasteur. Un paciente que llega a la emergencia del Hospital Pasteur es recibido por enfermeros que lucen sobre su uniforme un poncho negro con un cartel impreso sobre una hoja blanca que reza: "Somos enfermeros, no somos asesinos". Lo hacen en respuesta a declaraciones de la presidenta de la Federación de Funcionarios de Salud Pública (FFSP), Beatriz Fajián, que tildó de "asesinato" la medida del "faltazo".

En las dos puertas que tiene la emergencia, hay colocadas pancartas que alertan al usuario del preconflicto de los enfermeros y explican que "no están dadas las condiciones para brindar una buena asistencia".

Detallan que "falta personal", hay "pésimo" equipamiento, "falta seguridad", está "constantemente la capacidad colmada", los traslados se realizan en "pésimas condiciones" y los salarios están "sumergidos".

El ingreso de pacientes a la emergencia es constante. El miércoles a la tarde todas las camas están ocupadas, al igual que los cinco sillones de reanimación. La mayoría de los pacientes son adultos mayores. El personal (enfermeros y médicos) camina rápido en los pocos metros cuadrados que quedan disponibles entre las camillas, sillones y enfermería. Llevan papeles de un lado al otro, trasladan medicación, tanques de oxígeno, aparatos para tomar la presión y termómetros.

Hablan con voz fuerte y hasta se gritan de una punta a la otra. Eso hace que por ejemplo no escuchen el quejido constante de una anciana que se revuelve de dolor en una camilla sin barras de seguridad.

Los diálogos entre los enfermeros giran en la disponibilidad o no de camas en otras áreas del hospital donde deben trasladar pacientes. Si bien afirman que hay disponibles, mencionan a menudo la palabra "provisoria".

Ese día la cantidad de funcionarios en la guardia estaba "bastante bien": se reintegraron los enfermeros que fueron sancionados con siete días de suspensión por participar del "faltazo y "aparecieron" funcionarios que tienen "contratos mentirosos". Se trata de personal traído como reemplazo por el propio gremio de Salud Pública. Fajián lo definió como una "guardia gremial solidaria".

"Aparecen un día, vienen dos o tres y después desaparecen, además no les pagan", comentó a El País una fuente de la emergencia del hospital que aseguró que el peor turno es el de la hora 0 a 6. "Nadie quiere trabajar en ese horario y a veces en vez de ser un enfermero cada cuatro camas, es uno cada seis o siete camas. Hay noches que no pasa nada, pero hay otras que te volvés loco", contó.

Los funcionarios están todos "asustados" porque dicen que los están "siguiendo de cerca".

"Está todo muy complicado", dijo un enfermero y agradeció que "por lo menos" ahora viene "el tiempo lindo".

Esto implica, en teoría, que la emergencia no esté tan saturada. "En invierno fue horrible, no se daba abasto. Además no teníamos lugar y las emergencias como no esperan más de dos horas te entran al paciente aunque vos no tengas dónde ponerlo", afirmó.

El otro problema que enfrenta el personal de la emergencia del Hospital Pasteur es que cada vez reciben pacientes "más agresivos".

"Acá llega gente de bajo nivel cultural: desde pastabaseros hasta todos los presos del Comcar", indicó otra fuente y reconoció que también hay gente que se enoja "con razón" porque terminan esperando cinco y seis horas para hacerse un estudio.

PEREIRA. En la sala de espera del Pereira Rossell, el griterío de algunos niños se entremezcla con el llanto de otros. La voz de una mujer suena, sin embargo, más fuerte que el bullicio general: "me llaman a esta botija porque está todo mal, vamo vamo". La frase continúa con varios insultos.

La mujer se dirigía a las funcionarias administrativas que reciben a los pacientes. La "botija" era una madre adolescente que tenía en brazos a su hijo con fiebre.

El ritmo de atención es rápido, la emergencia luce nueva y limpia y el personal responde amablemente a todos.

En la emergencia de maternidad la realidad es diferente. La sala de espera está en penumbra, es más sucia y también hay varios carteles que alertan del conflicto. Los enfermeros llevan remeras negras y el cartel con la frase prendido con un alfiler.

Hay dos enfermeros por turno y uno en las noches. Atienden unas 100 consultas diarias en cinco box de examinación y dos camillas. Los funcionarios afirman que las condiciones de trabajo no son las óptimas, lo cual se refleja en la atención.

Dicen que en materiales de trabajo "están bien" pero se quejan por ejemplo por la seguridad. "Hay hasta las 17 horas y en el portón de entrada porque en el ingreso a la emergencia lo que hay es que gente de una ONG que hace tareas de conserjería", aseguró un trabajador.

Maciel. El calor se hace insoportable en la puerta de emergencia del Maciel.

Es miércoles de tarde. Afuera, contra la ventana que da a la sala de espera, un hombre de mediana edad se tira agua con una botella y aúlla como un lobo. Está vestido con un buzo de lana y bermudas que dejan ver unas curaciones recientes en sus piernas. Su aspecto es el de un paciente psiquiátrico.

Las 21 personas que están en la sala, esperando atenderse, casi que ignoran el espectáculo y los gritos que vienen de afuera. Sentados en una banquetas esperan con caras largas el momento de ver a un médico.

Algunos están ahí desde hace tres horas. Una paciente saca un tupper y se pone a comer ahí mismo. Otros se acuestan sobre la banqueta e intentan dormir para matar la espera. Todos están en silencio. Hasta que el hombre que se mojaba afuera decide entrar y romper con la calma del lugar. Empieza a recorrer la sala a los gritos, se sienta, se para. Empieza a incomodar al resto que cruza miradas tensas. Minutos después aparece un guardia de seguridad privada y lo echa.

Entre los tantos carteles que advierten sobre lo irregular de las condiciones en la emergencia, casualmente hay uno que dice: "Prohibido circular o permanecer a individuos que ejerzan cualquier tipo de violencia que ponga en riesgo físico o psíquico al personal que aquí desempeña sus tareas".

Uno de los funcionarios comentaría luego que ese episodio es moneda corriente. "Asistimos distintos usuarios críticos, psiquiátricas, drogadictos, alcoholizados, reclusos de alta peligrosidad, todo sin custodia adecuada".

Dos días más tarde, el viernes, la emergencia del Maciel es un caos. En la sala de espera hay pacientes que llevaban cinco horas para ser atendidos y acompañantes que iban más de seis sin saber cómo estaban sus familiares. Esperaban aguantando el calor y el olor nauseabundo que salía de los baños.

Cada vez que se abre la puerta que separa la sala de espera con la emergencia aparece una "lluvia" de preguntas y reclamos. "Quiero saber cómo está mi marido porque lo entraron hace tres horas y no sé nada". "No puedo esperar que pasen 20 personas porque me siento mal, estoy mareada, me pueden tomar la presión acá parada aunque sea". "Mi madre no puede venir porque se tomó unas pastillas y mi tía no me dio bola ¿me pueden trasladar sola al Pereira Rossell?"

El enojo e indignación generalizada se distrae cuando de una camioneta blanca bajan a seis efectivos de la Guardia Republicana fuertemente armados. Se repartieron en el predio. Minutos después salió de la emergencia en una camilla uno de los presos que intentó fugarse el miércoles del Comcar.

"Qué color que le dan, mirá si necesita tanto teatro si está esposado y todo lastimado", comentó la mujer que pedía a gritos que le tomen la presión. "Hace cinco años acá y en un operativo similar mataron a un compañero, no es tan sencillo como parece", respondió un enfermero.

La situación de caos era similar puertas adentro. Trabajaban con el 50% del personal; deberían ser diez personas y eran cuatro: tres auxiliares y un licenciado. Las ocho camas disponibles -son 12 en total, pero cuatro fueron retiradas por los funcionarios como forma de reclamo- estaban ocupadas al igual que los sillones.

Entre los pacientes había tres reclusos: dos hombres y una mujer, acompañados por sus respectivas guardias. Los reclusos tienen prioridad, según explicó un funcionario a El País, porque llegan con la asistencia ya coordinada.

Lo mismo ocurre con los pacientes que llegan en ambulancia, aunque también deben esperar a menos que la vida esté en riesgo.

Jardines: la emergencia médica en un "garaje"

Los funcionarios del área de emergencias de la Policlínica de Jardines han sido de los más activos al momento de denunciar sus condiciones de trabajo. De hecho, mañana lunes pedirán al Ministerio de Salud Pública (MSP) que envíe una inspección para determinar si el servicio está en condiciones de seguir abierto o no. Si bien en marzo de este año se construyó un nuevo lugar físico para la emergencia, el servicio aún sigue funcionando en lo que los trabajadores definen como un "garaje". La foto (a la derecha) lo demuestra. Los trabajadores dijeron a El País que la emergencia nueva aún no se ha podido ocupar, tanto por falta de personal (administrativos y enfermeros) como de insumos médicos básicos. "El lugar en el que estamos ahora no es acorde, estamos en un garaje. Tenemos cortinas hechas por nosotros con sábanas descartables, y así se atienden a los pacientes. No hay un área apartada entre adultos y pediatría. Estamos con los galones de oxígeno al lado de los pacientes. Hemos pasado fines de semana enteros sin un monitor", relató un funcionario que prefirió el anonimato. Ahora esperan por las novedades que arroje la inspección.

Las cifras

4 Eran las horas de espera, promedio, que tenían los pacientes el viernes en el Maciel.

24 Son los funcionarios de emergencias que fueron sancionados por "indisciplina".

Usuarios y médicos apoyan

Los enfermeros y nurses de los servicios de emergencia no están solos en sus reclamos. Si bien ellos han sido hasta el momento la cara más visible del problema- protagonizando conflictos y denunciando la situación en los medios- tantos los usuarios como los médicos entienden que la reivindicación es justa y fundamentada.

Los médicos del servicio de Cirugías del Hospital Maciel, por ejemplo, emitieron hace unas semanas una carta al directorio de ASSE donde advierten una "alarmante" falta de recursos humanos de enfermería "en todas las áreas del hospital". Y hablan de un "exceso de trabajo" de los enfermeros que repercute en la atención. Ruben Bouvier, delegado de los usuarios del Maciel, coincidió que hay un "desgaste" de los trabajadores. Dijo que esto es producto del "ausentismo generalizado" que se registra por el "multiempleo" y la "desmotivación".


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