12 dic 2011

Irak, una revolución por la medicina de guerra

Confrontado a los devastadores efectos de las bombas artesanales, la medicina de guerra operó grandes progresos en Irak, donde la forma de hacerse cargo de los heridos en el terreno fue revisada a fondo junto con un simple credo: detener la hemorragia para salvar la vida.

Como en todo conflicto, los primeros auxilios a los heridos en el campo de batalla fueron sometidos a una revolución en ocho años de guerra, en la que 3.480 soldados estadounidenses murieron en combate y unos 32.000 resultaron heridos.

Cerca del 70% de los heridos, resultaron lesionados tras la explosión de una bomba o de una mina artesanal, que provoca quemaduras, amputaciones de miembros, heridas provocadas por metrallas y la onda expansiva de las explosiones.

El equipamiento personal y el de los vehículos otorgan cada vez mayor protección y permiten limitar los riesgos, aunque están lejos de haberlos eliminado.

A nivel médico, "hemos aprendido muchas cosas", explica el doctor John Holcomb, profesor de cirugía de Houston (Texas, centro-sur), quien participó en la elaboración del nuevo concepto de atención de los heridos.

Durante cerca de un siglo, se ha desaconsejado a los enfermeros militares utilizar el torniquete para no cortar la circulación y evitar la amputación de un brazo o una pierna.

"Cuando era enfermero, el torniquete estaba considerado como un último recurso", dice el teniente coronel Robert Marbry, ex Boina Verde, quien fue parte del equipo que socorrió a la tripulación del helicóptero Blackhawk derribado en Mogadiscio (Somalia) en 1993.

Y aún así tuvo que improvisar uno con un vendaje y un destornillador o un bastón. "En Irak y Afganistán, intenta encontrar un bastón", bromea.

Después nos dimos cuenta que era más urgente parar una hemorragia que mantener la respiración.

"Se dispone de cuatro minutos para aportar oxígeno a alguien antes que su cerebro empiece a morir, pero solo de algunos latidos antes de que el herido haya perdido mucha sangre y se haya ido", explica la doctora Patricia Hastings, autora del manual de entrenamiento de los enfermeros del ejército.

Los enfermeros, como los soldados, están equipados a partir de ahora con un torniquete listo para usar. Según un estudio hecho en Irak en 2006, fueron usados 862 torniquetes en 459 heridos. El 87% de ellos sobrevivieron a sus heridas y uno solo tuvo que ser amputado por la aplicación del torniquete.

Una vez parada la hemorragia, se trata de mantener la respiración, con la posibilidad de que el enfermero tenga que practicar una traqueotomía en medio de los combates, y evitar que entre en hipotermia, que facilita el estado de shock.

"Quién habría creído que se pudiera tener frío en Irak cuando hace casi 50 grados?, sonríe el Doctor Hastings, para quien "mantener al paciente en calor es más crucial de lo que se creía antes".

Por el contrario, colocar una vía intravenosa no es una prioridad en este momento delicado, en que se supone que el herido debe ser evacuado en helicóptero a un hospital. El riesgo de reabrir la hemorragia es muy elevado.

"Cuando estaba en Somalia, llevaba seis o siete litros de solución intravenosa. Cuando pienso en ello, veo que era una estupidez. Me enseñaron a aplicar una transfusión a todos los heridos, y vi que me quedaba corto cuando alguien lo necesitaba de verdad", recuerda el doctor Marbry.

Los enfermeros llevan ahora solo un litro y medio como máximo y tienen una aguja que se inyecta directamente en el esternón.

"Si alguien está en estado de shock, sus vasos sanguíneos se contraen", justifica. La perfusión directamente en el hueso es "igual de eficaz".

Para poder hacer todo esto, el entrenamiento de los enfermeros ha sido extendido a 16 semanas. Según el doctor Hastings, en los primeros auxilios "no hay diferencia entre la atención de un enfermero o un médico".

mra-ddl/lb/jm/ja

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