El ratio de enfermeras por paciente en Tarragona es más bajo que en el resto de España
En 2010 acabaron la carrera en la provincia de Tarragona 149 enfermeras (84 en Tarragona y 65 en Tortosa). De ellas, 131, casi nueve de cada diez, se colegiaron, condición indispensable para ejercer. Este año el número de las que se graduaron aumentó a 176 (90 en Tarragona y 86 en Tortosa), pero la cifra de las que se colegiaron sólo llegó a 68, es decir, sólo cuatro de cada diez tiene perspectiva de trabajar.
Las cifras las da a conocer la presidenta del Col·legi Oficial d'Infermeres i Infermers de Tarragona, Ana Maria Pedraza, quien remata anunciando que en lo que va de año también ha aumentado en un 190% el número de colegiados que se dieron de baja por no ejercer.
Son indicios todos de que una disciplina con 'paro cero' debido a una tradicional escasez de profesionales ahora está sufriendo los embates del desempleo.
Emigrar a Inglaterra
Así, pues, hay quien no duda en buscar mejor suerte. Pedraza ha firmado en el último año 20 certificados de enfermeros que se van a buscar suerte fuera, especialmente a Inglaterra.
Jordi Pàmies, de 28 años, que terminó la carrera hace seis, es uno de ellos. En pocos días espera estar instalado en Inglaterra.
Hace un par de años le cambiaron la jornada completa que trabajaba en el Hospital Joan XXIII por una media jornada de noche. Compensaba sus ingresos empleándose en dos o tres sitios a la vez.
Pero en los últimos meses el trabajo comenzó a brillar por su ausencia. «No podía contar con un sueldo digno en absoluto», cuenta, y además, como tantos, no sabía que iba a pasar con su contrato. Fue entonces cuando se planteó emigrar. En Inglaterra no tiene una oferta definida, aunque sí está apuntado a una agencia de enfermeros a la espera de que haya para él una oportunidad en la sanidad pública o en la privada.
Reconoce que su nivel de inglés es básico, así que «me tocará sufrir un poco en un principio», y espera poder acogerse a un tipo de contrato que le permita vivir en el sitio donde trabaja.
Pero, además del tema económico, Pàmies dice que emigra porque le encanta su trabajo y estaba viendo peligrar la oportunidad de ejercerlo. «Lo que hago me da muchas satisfacciones», señala.
No tiene hijos, pero sí pareja, aunque de momento no viaja con él. Dice que está en una posición privilegiada respecto a otros compañeros del hospital que están viendo peligrar su futuro y que sí tienen familia.
Los que se quedan
Pero además del desempleo, la otra gran preocupación del colectivo que sigue trabajando es la sobrecarga y el empeoramiento de las condiciones de trabajo.
Una enfermera con más de quince años en el Joan XXIII relata que nunca se había vivido en el centro una situación parecida: «Trabajo en hospitalización y allí donde han quedado plantas abiertas se van absorbiendo especialidades, y no le hablo sólo de dos o tres, sino de hasta ocho o nueve distintas».
Esta mezcla de pacientes crea gran estrés a las trabajadoras, porque cada especialidad suele trabajar con protocolos diferentes y a las dificultades en la atención de los pacientes se suma el hecho de trabajar con médicos especialistas distintos. «Es verdad que las enfermeras somos generalistas, pero si te ocupas habitualmente en una especialidad trabajas más segura».
En relación a esta misma situación, una enfermera escribe en el blog del colegio: «Creo que ni a una trabajadora de supermercado la harían trabajar a la vez en ocho departamentos diferentes».
También se suma el hecho de que ahora los pacientes pasan menos tiempo en el hospital, así que cuando están ingresados son más 'agudos', necesitan más cuidados. «Se trata de agilizar al máximo el alta», cuenta.
Esta enfermera veterana confiesa que está desmoralizada: «Se respira tristeza, aunque de cara a los pacientes trabajamos con la mejor disposición posible, como siempre».
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