12 dic 2011

Un momento de silencio le permitiría a doctores y enfermeros reflexionar.

La cirujana y columnista Pauline Chen sugiere que debería obligarse a doctores y enfermeros a hacer una pausa para una reflexión en silencio cuando muere alguien a quien están tratando.Sería bueno para ellos, dice, y los podría convertir en mejores profesionales de la salud. Así presenta su punto de vista, para los lectores de la BBC:

 

Un momento de silencio le permitiría a doctores y enfermeros reflexionar.

En habitaciones de hospitales, salas de operaciones, clínicas y unidades de cuidados intensivos, debería haber un silencio obligatorio de cinco minutos cuando fallece un paciente.

Los doctores, enfermeros y todos los que han estado ocupándose del paciente deberían reunirse al final alrededor de la cama para guardar esos cinco minutos y reflexionar en silencio sobre la vida y muerte de ese paciente.

En mi experiencia, hay un momento justo después del fallecimiento del paciente, en el que la mayoría de los cuidadores, particularmente los doctores, se dispersan - si no en presencia, sí en la mente.

La vida continúa

Inmediatamente pensamos en ir a ver al siguiente paciente, en limpiar la habitación, en preparar el cuerpo para llevarlo a la funeraria. Cualquier cosa con tal de evitar enfrentarnos con la realidad, porque para quienes ejercemos nuestra labor en países más prósperos, un paciente que muere representa nuestro fracaso profesional.

 

Pauline Chen es cirujana del hígado y autora de "Examen Final: Reflexión de una cirujana sobre la mortalidad".

Hace varios años, estuve cuidando a una joven a la que le hicieron un trasplante una década antes pero esta vez estaba hospitalizada debido a una serie de infecciones.

Era esbelta y rubia, y recuerdo cómo le encantaba hablar de las novelas que había leído. Recuerdo también el modo en que levantaba la mano derecha hasta su frente, con la palma hacia adelante, para acariciarse el cabello.

Pero la noche en que se desangró hasta morir a causa de una infección que había acabado con una importante arteria, ninguno de nosotros se detuvo a recordar sus animadas conversaciones sobre literatura.

En cambio, tan pronto como fue declarada muerta, nos preocupamos de ver al siguiente paciente, limpiar las manchas de sangre que salpicaron el cielo raso, y desechar las agujas y jeringas esparcidas en su cama.

Pero no hablamos de ella, de la mujer que acababa de morir ante nosotros.

Agobiados

"Instituir una pausa de cinco minutos para un silencio después de morir un paciente cambiará el modo en que doctores, enfermeros y otros cuidadores enfocan el tema de la muerte"

Pauline Chen

Con frecuencia he pensado en el hecho de que no me detuve a recordarla o a reconocer el impacto que tuvo en mí. No hubo una conclusión de nuestra relación, ni un reconocimiento de su vida o mi pesar.

Si hubiera vivido esos momentos alrededor de su muerte de otra manera, tal vez los detalles de su fallecimiento no estarían congelados en mi mente como están ahora: unos pocos minutos que se repiten una y otra vez.

Quizás por reconocer su partida no me sentiría tan agobiada por lo que se perdió, incluso si continuaba cuidando a otros pacientes.

Creo que instituir una pausa de cinco minutos de silencio después de la muerte de un paciente cambiaría el modo en que doctores, enfermeros y otros cuidadores enfocan el tema de la muerte.

 

Para los profesionales de la salud, enfrentar la realidad de la muerte es difícil.

Primero, brindaría una conclusión, así como respeto, a la relación entre ese paciente y sus cuidadores.

Segundo, la pausa consciente, la acción de tomarse ese tiempo, establecerá un ritual. Y los rituales, practicados con consistencia, ofrecen un gran consuelo en momentos difíciles.

Finalmente, el silencio de cinco minutos permitirá a los cuidadores reconocer sus propios sentimientos.

Estoy convencida de que una de las razones por las que los doctores y otros proveedores de cuidado de la salud no hacen un mejor trabajo en cuidar a quienes están muriendo es que casi nunca nos tomamos el tiempo para reconocer nuestras propias respuestas a aquellos que han muerto. Negamos esos sentimientos sólo para terminar oprimidos por ellos.

Una pausa de cinco minutos para el silencio nos permitiría procesar nuesto propio pesar sobre un paciente que ha muerto y nos liberaría para comprometernos completamente con aquellos que le seguirán.

 

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