11 sept 2016

Los sanitarios sufren casi 7.000 agresiones en los últimos 10 años

Un registro catalán de violencia ocupacional en sanidad revela que la incidencia de situaciones violentas en 2015 fue la más alta de la décad


Un insulto, un empujón o una coacción para firmar unas recetas en contra del criterio médico. Todos son tipos de agresión que sufre el personal sanitario en su puesto de trabajo. A falta de un censo oficial de todos los profesionales agredidos—el Colegio Oficial de Médicos de Barcelona (COMB) sólo recibe los casos más graves del personal facultativo—, la Sociedad Catalana de Salud Laboral (SCSL) coordina desde 2006 un registro de violencia ocupacional que ha recogido 6.958 conductas violentas en la última década. Los años de la crisis han sido los más violentos. "No es un problema de la relación médico-paciente, sino de desánimo y salud mental de quien sufre la crisis económica", apunta el presidente de la SCSL, Jordi Carles Schlaghecke.

Como la participación en el registro es voluntaria, no todos los años notifican el mismo número de centros y de trabajadores. Así, pese a que el 2011 y 2012 se registraron más agresiones en números absolutos (833 y 854 casos respectivamente), la incidencia fue mayor el año pasado —en proporción a los sanitarios que participaron en el registro—. En 2015, participaron unos 64 centros sanitarios catalanes de la red pública (31.201 trabajadores) y notificaron 786 agresiones. "Alrededor del 2,5% de los profesionales han sufrido algún tipo de agresión", explica el doctor Genís Cervantes, director del proyecto de investigación que impulsó el registro.

Además de agresiones verbales o físicas, los expertos también señalan una violencia de carácter simbólico —invasión de espacio, exhibición de armas u otros gestos intimidatorios— y de tipo económico —contra el mobiliario o las pertenencias de la persona agredida—. En un 57% de los casos, explica Cervantes, las agresiones son verbales y en otro 27% hay una violencia de carácter físico. Una de cada 10 es simbólica.

Tampoco los agresores son todos iguales. Cervantes distingue tres perfiles psicológicos: "Están los de agitación, personas con una enfermedad propiciatoria que se descompensan o sufre un episodio de confusión; el de frustración, que sale de su centro emocional ante una mala noticia o al incumplir sus expectativas; y el de estrategia, que adopta un comportamiento violento de forma liberada por beneficio propio". En global, el 46% de las notificaciones recibidas por su registro responden a un estado de agitación, el 27% a frustración y el otro 27% a estrategia. Las urgencias y los servicios de salud mental son, en hospitales, las zonas más conflictivas. En los ambulatorios, son las consultas y la zona de administración donde hay más agresiones. "En hospitales urbanos hay más agresiones que en los comarcales y en los ambulatorios se ha producido un pico de violencia en los últimos años", apunta Rafael Padrós, jefe de prevención de riesgos laborales del hospital Sant Pau.

Los sanitarios pueden acudir al servicio de prevención de riesgos de su centro, a su sindicato o a su colegio profesional para solicitar ayuda y asesoramiento. "Cuando llega un caso lo derivamos a la asesoría jurídica y se da además apoyo psicológico y jurídico", explica Meritxell Herreros, responsable de prevención de riesgos laborales del Instituto Catalán de la Salud (ICS). El ICS, que no ha participado en el registro de Cervantes, realiza cursos de prevención a sus trabajadores

Schlaghecke lamenta que la violencia ocupacional se extienda "más allá de los servicios típicos y tópicos y se dé en lugares donde no tiene cabida". El COMB, que recibió 39 casos en 2015 y también tiene una Unidad de Violencia contra el Médico, alerta de que la cifra de agresiones reales es mucho mayor. "Esto es sólo la punta del iceberg. Hay que tratarlo con tolerancia cero", apunta Josep Arimany, responsable de la unidad.

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