9 mar 2017

Enfermeras de ayer y hoy


Dos licenciadas se han enfrentado a diferentes dificultades sociales en el mundo laboral

Antes se creían que las enfermeras estábamos para ponerle la bata al médico. Y de eso nada, yo nunca lo he hecho», explica Natividad Fernández, que asegura que ella tuvo que luchar por sus derechos de forma constante e incansable para lograr que, ahora, su hija tenga las mismas condiciones laborales que el resto de sus compañeros de trabajo, sean hombres o no. «Por lo menos en la empresa donde está», precisa.

Tiene 63 años aunque se jubiló en el 2013. Ha ejercido durante 35 años en el hospital Miguel Servet de Zaragoza y siete en planificación familiar en el centro Fuentes Norte. Se licenció en Enfermería en el 68 y fue la generación que sustituyó a las llamadas «enfermeras de guerra» con escasos conocimientos teóricos. Quien si tiene una gran formación es Lydia Traid, de 24 años y con apenas año y medio como licenciada en Enfermería. «Ahora salen muy bien preparadas», asegura Fernández, que admite que el mercado laboral está muy complicado.

El claro ejemplo de cómo están las cosas es Traid, que por ahora tan solo ha desempeñado su profesión de forma esporádica y para sustituir bajas o vacaciones. «Soy muy consciente de que me va a tocar trabajar en Nochevieja, Año Nuevo o el día de Navidad y además en los peores turnos», confiesa. «Mejor eso que nada, no me quejo».

Traid y Fernández son dos generaciones distintas que han tenido que enfrentarse a realidades completamente diferentes. Una se desesperó por tener los mismos derechos que un hombre y otra por encontrar un trabajo, aunque las condiciones no sean las deseadas.

Cuando Fernández comenzó a trabajar eso de ser enfermera era «cosa de mujeres». «Aunque ahora es más normal, antes era muy raro ver a algún hombre. Había un estereotipo de que era un trabajo destinado a la mujer para ponerle la bata del médico». Y no solo eso. Recuerda que lo más común era que se acusara a las enfermeras de querer ejercer como tal para enamorar a un médico que las mantuviera. «Luchábamos contra un estereotipo. Cuando me decían eso yo respondía que gracias a Dios, no». Hoy las cosas han cambiado, aunque queda camino por andar.

«A veces te da la sensación de que sigue siendo un trabajo de mujeres porque cuando entras con un enfermero el paciente se cree que es el médico, sobre todo si se trata de gente mayor», explica Triad.

Lo bueno, coinciden ambas, es que la función de la enfermera cada día se valora más. «Antes parecía que éramos como de segunda, ahora ya no es así», señala Traid, que admite que su realidad no tiene nada que ver con la de Fernández. «Yo salí de trabajar a las 3.00 de la tarde y di a luz a las 8.00 de la mañana. Y solo tuve 40 días de baja. Esto era el año 74. Tres años mas tarde di a luz a mi segundo hijo y ya acumulé 80 días de permiso. En poco tiempo ya habíamos avanzado», recuerda. «Además, cuando te casabas si seguías trabajando estaba mal visto. Pues yo no dejé mi empleo», añade.

Traid lucha ahora por escalar puestos en la bolsa de trabajo para poder ejercer. «Me he planteado irme a Inglaterra, que hay mucha demanda y tengo varias amigas allí trabajando, pero lo he descartado por el idioma, y buscar en otra ciudad tiene el problema de que las bolsas están todavía peor que en Aragón, donde suelen llamar con más facilidad que en otras comunidades», concluye Traid.

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