Ahora bien, vivimos en una economía capitalista en donde se acostumbra definir un valor para todo, incluso para la vida humana. Más aún, podríamos afirmar que la vida humana tiene un valor estadístico o financiero mediante el cual los jueces penales establecen un monto de un juicio de indemnización en un caso de, por ejemplo, accidente de tránsito o laboral.
Podemos decir entonces que si queremos saber cuánto vale nuestra vida, es decir cuánto valemos en términos económicos para la sociedad en su conjunto, debemos cuantificar nuestro capital humano.
Las condiciones de trabajo se han agravado, se constatan diariamente jornadas laborales que se prolongan más de lo acordado legalmente, y que han recortado sus períodos de pausas, hay poco tiempo para el descanso, para el tiempo de no trabajo, se aumenta el número de tareas a realizar, incrementándose así las exigencias cognitivas y psíquicas, el clima social dentro de los lugares de trabajo es tenso, las pasibilidades de desarrollo profesional están limitadas, las remuneraciones no permiten subvenir las mínimas necesidades
El colectivo de la enfermería, debería evitar jugar a la ley de la conservación de la violencia, toda violencia se paga por ejemplo, violencias estructurales ejercidas por los mercados financieros, en forma reducción salarial, de despidos, perdida de seguridad sociedad ( la educación de tus hijos, el sueño de tu propia casa o poder pagar el alquiler ), también más tardes o más temprano se transforma en algunos casos en adiciones a drogas, alcoholismo, intentos de suicidios, separaciones, violencia en seno familiar, y todos conocemos algún caso de colega que le paso o le está pasando.
Conocer nuestro capital humano puede darnos una idea del valor de nuestro esfuerzo personal y del trabajo, de manera de planificar más inteligentemente hacia el futuro y aumentar nuestro valor social como trabajadores de la salud.
6 de mayo de 2020, Sandro Ortega un trabajador más de la salud
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