El colectivo de enfermería viene demostrando, con evidencia real y concreta, su compromiso profesional a lo largo de los años. A diario, las enfermeras y los enfermeros se enfrentan a múltiples exigencias, llegando muchas veces al límite, exponiendo incluso su propia vida por asistir, cuidar y resguardar la salud de los pacientes.
Cumplen extensas jornadas sin descanso, cubriendo el déficit de personal originado por licencias, ART, enfermedades o jubilaciones, en sectores de diversa complejidad y, en ocasiones, sin la capacitación específica requerida, lo que incrementa el sobreesfuerzo, el desgaste físico y emocional, el estrés, y la exposición a agentes químicos y radiaciones.
Frente a esta realidad, es justo y necesario reconocer el derecho a una jubilación anticipada y a jornadas laborales de 35 horas semanales, que permitan una conciliación más humana entre la vida laboral y familiar.
Cabe recordar que el 85% del personal de enfermería está conformado por mujeres, quienes enfrentan una doble carga: la profesional y la doméstica, en turnos rotativos y nocturnos, los 365 días del año. De alguna manera, todo ese esfuerzo debe ser compensado y valorado con justicia y dignidad.
Por eso, no debemos detenernos en el objetivo de alcanzar acuerdos concretos que garanticen avances reales en las condiciones laborales, promoviendo políticas sustentables de empleo, transparencia institucional y un ambiente laboral saludable, monitoreado y acompañado por el Consejo de Enfermería como órgano de control, evaluación y protección profesional.
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