La propagación del virus Influenza A (H3N2) en países de Europa, con un aumento de casos que ya duplica los registros del año anterior, constituye una señal de alerta que la Argentina no puede ni debe subestimar.
La experiencia reciente de la pandemia por COVID-19 dejó en evidencia que la falta de previsión, planificación y políticas sostenidas en salud pública tiene consecuencias humanas irreversibles. Frente a la posibilidad concreta de que este virus continúe su expansión hacia el Cono Sur durante 2026, resulta imprescindible actuar hoy.
Desde el colectivo de enfermería, se advierte que cualquier escenario epidemiológico se ve agravado por una crisis estructural preexistente: déficit de recurso humano, precarización laboral, ausencia de contrataciones transparentes y una proyección alarmante de entre 2.500 y 3.000 profesionales que abandonarán la actividad en el corto plazo por jubilaciones, enfermedades laborales, ART y desgaste acumulado.
Esta situación no es producto del azar. Es consecuencia directa de decisiones políticas postergadas, de la falta de sensibilidad de sectores parlamentarios, de conducciones sindicales que no priorizan el cuidado real de sus representados y de instituciones formadoras que continúan desconectadas de la realidad sanitaria concreta.
Hablar de salud pública es hablar de personas.
Hablar de enfermería es hablar de dignidad, compromiso y humanidad.
Un sistema que no protege a quienes cuidan, fracasa antes en lo ético que en lo sanitario. Aún estamos a tiempo de anticiparnos, de construir políticas sustentables y de evitar repetir errores que el país ya pagó demasiado caro.
La prevención no es alarmismo.
La planificación no es gasto.
La indiferencia sí es una decisión política.
Lic. Sandro Ortega
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