5 ago 2012

Rafaela Cuadrado: «Donde haya un enfermo allí estaré»

A punto de entrar en la recta final de la jubilación, aún encara su oficio con inusitado entusiasmo. Un mérito más que sumar a la larga lista que le ha hecho acreedora del reconocimiento unánime

Día 05/08/2012 - 11.23h
Rafaela Cuadrado: «Donde haya un enfermo allí estaré»
ROLDÁN SERRANO

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Click here to find out more! Lo primero que esta enfermera con unos cuantos trienios suelta por la boca es su pasión indisimulada por los enfermos. Podríamos decir sin pecar de exageración que vino al mundo para plantarse una cofia en la cabeza y ayudar a los desvalidos. Lo cierto es que desde que alcanzó la mayoría de edad no ha hecho otra cosa. Es entonces cuando nos asalta una pregunta inevitable: ¿Qué placer encuentra usted en ello? Y Rafaela Cuadrado, decana de las enfermeras de Medicina Preventiva de España, contesta: «Es una vocación que he tenido siempre. Para mí es importantísimo tratar con los enfermos. No sólo atenderlos bien, sino tener siempre una palabra de cariño y escucharlos». Ahí está el sencillo «vademecum» de esta profesional de la sanidad que acaba de recibir el reconocimiento unánime de su especialidad.

-¿Qué hay que tener para ser una buena enfermera?

-Vocación, vocación y vocación. Que te gusten los enfermos, ser humana y una adecuada cualificación. Ya está.

Rafaela Cuadrado: «Donde haya un enfermo allí estaré»

Así de simple. La misma simpleza con la que Rafaela Cuadrado (Montoro, 1948) decidió abandonar su pueblo con 17 años para estudiar Enfermería en Jaén. ¿Por qué precisamente Enfermería? «No lo sé. Tal vez lo heredé de mi madre, que hizo un curso de joven pero los avatares de la guerra le impidieron ponerla en práctica». El caso es que concluyó la diplomatura en 1971 y de inmediato se incorporó en el hospital de entonces, el Teniente Coronel Noreña, que luego durante larguísimas décadas se convirtió en un edificio fantasma en medio de la nada. Su estreno en el hospital Noreña, no obstante, no fue lo que dijéramos un día para recordar. «Fue horrible», declara sin paños calientes. «Salíamos bien preparadas de la Escuela de Enfermería de Jaén pero teníamos un problema: no estábamos familiarizadas con la documentación clínica. Afortunadamente teníamos a gente mayor que nos enseñó mucho y en seguida nos pusimos al día».

-¿Qué le impactó?

-Sentirme ya titulada. Que podía decidir y tomar determinaciones sin depender de otras personas. Era todavía muy joven: apenas tenía 21 años de edad.

El Noreña era un hospital de otro tiempo. Condicionado por precarios medios materiales y una medicina en pañales comparada con los avances tecnológicos de las últimas décadas. Las habitaciones eran de cuatro y seis camas, las agujas y las jeringas se hervían para ser reutilizadas y las gasas venían en pequeñas bombonas herméticas cuya esterilización era de dudosa fiabilidad. «Un día ingresó una chica de la Cerca del Lagartijo que acababa de tener un grave accidente de tráfico», rememora Cuadrado. «Creían que estaba muerta. Entonces no había UCI y teníamos que estar vigilando a los pacientes con medios muy artesanales: hacer electros, auscultar y la llamada prueba de la cerilla, que le acercábamos a la nariz para saber si respiraba o no. Le curé la cara, le quité los cristales de la piel y la lavé».

A los seis días, avisaron a Rafaela Cuadrado y le dijeron que la joven la estaba llamando. «¿Cómo que me está llamando?», preguntó extrañada de que una enferma en aparente estado crítico pudiera reconocerla. Entró en la habitación y la chica le dijo: «Señorita Rafi, ¿no me va a saludar?». «La chica me estaba viendo mientras yo le curaba y vio cómo lloraba mientras lo hacía».

-¿Usted lloraba?

-Yo lloraba de pena de cómo veía a aquella mujer tan joven.

-¿Puede uno implicarse emocionalmente?

-Muchísimo. Yo me voy con los problemas a mi casa.

-¿Y eso es conveniente?

-No sé hasta qué punto. Pero cuando se es profesional lo eres desde que te levantas hasta que te acuestas. Yo tengo esa forma de ser. Quizás no sea bueno y tendría que aprender a desconectar.

-¿Hay que protegerse contra el dolor?

-No lo sé. Yo no podría hacerlo: no sería yo.

36 años en la brecha

Años después, cuando estaba embarazada y había solicitado que la retiraran temporalmente de planta, el jefe de Medicina Preventiva le dijo: «Voy a empezar los exámenes de salud. ¿Te quieres venir conmigo?». Esa noche no durmió pensando que se iba a desvincular de los enfermos. «Pero luego he visto», subraya Cuadrado, «que desde la Medicina Preventiva también puedo estar atendiéndolos de forma indirecta y haciéndoles mucho bien». Desde ese día han pasado ya 36 años, los mismos que lleva trabajando con el doctor Fernández-Creuhet.

-Acaba de ser premiada por la Sociedad Andaluza de Medicina Preventiva. ¿Cuáles son sus merecimientos?

-Según me dijeron, soy la enfermera más antigua de Medicina Preventiva, un referente a nivel de toda España.

-¿Qué se aprende de los enfermos?

-(Silencio) Nos dan muchísimas lecciones sin que nos demos cuenta. Te enseñan a ser persona. Lo importante es hablar con ellos y escucharlos.

-¿Sabemos escuchar?

-Una enfermera que se precie debe saber escuchar. Yo he visto muchas.

-¿Quién cuida al cuidador?

-Eso es un problema. Quién cuida al que cuida. Ahora se están haciendo muchas terapias de grupo porque nos hemos dado cuenta de que los cuidadores están hechos polvo.

-Dígame las virtudes del buen supervisor.

-Tiene que saber llevar un buen equipo, tener humanidad, empatía y conocimientos específicos. Yo tengo uno muy pequeño, que es como mi familia. Y hay que saber comunicarse con los supervisores de otras unidades, a los que debemos asesorar, a veces, de cuestiones comprometidas.

-¿La salud empieza por la medicina preventiva?

-Pienso que sí. No solamente aquí en el hospital, sino en cualquier otro lado. La obesidad, por ejemplo, es un riesgo para la salud.

-¿Y estamos preparados para prevenir?

-Por regla general, aquí en el hospital ponemos remedio a las cosas antes de que sucedan. Precisamente por esa comunicación que tenemos entre supervisores y médicos, muchos problemas se atajan antes de que aparezcan.

-Póngale nota al Reina Sofía.

-Yo le pondría un nueve y medio por no ponerle un diez.

-¿Por dónde peligra el sistema de sanidad?

-A mí no me toque ese tema porque me pongo mal y no voy a llevar la entrevista adelante. Yo como dijo Umbral: «He venido a hablar de mi libro» (risas).

-¿Pero peligra?

-No lo sé. Hemos pasado otras crisis y creo que esta también se solucionará.

-¿Estamos ante un resfriado o una neumonía?

-Esto es una neumonía, pero hemos pasado otras crisis. Yo he conocido tres muy gordas y hemos salido. También saldremos de ésta. ¿Cómo? No lo sé. Con mis años, lo único que me preocupan son mis hijos y toda la gente joven que está trabajando aquí.

-¿Sanidad pública o privada?

-Pública siempre. A mis amigos siempre les aconsejo la sanidad pública. Los recursos que hay aquí no los hay en la privada.

-¿Qué dice nuestro sistema de salud de la sociedad en que vivimos?

-Mire: desde la integración del hospital de la Diputación y la Seguridad Social, aquí se trata lo mismo a alguien con mucho dinero que a un indigente.

-Póngale un pero.

-Quizás las habitaciones dobles por aquello de la intimidad. Pero en alimentos, higiene, atenciones y necesidades está muy bien.

-¿El copago es inevitable?

-Si se pagara algo, quizás no estarían tan colapsadas las urgencias y otros servicios. Los ancianos van mucho al médico y tienen cantidad de medicamentos almacenados. Pero me da mucha pena porque muchos tienen una paga muy pequeña.

-¿Tenemos la mejor sanidad posible?

-Creo que sí. Yo estoy muy orgullosa de mi hospital. Ahí están los resultados y los buenos profesionales.

-Hay quien dice que tenemos la mejor sanidad del mundo. ¿Exageran?

-A la vista de lo que hay en América o Inglaterra creo que no. En Inglaterra, he visto lo que es ponerse uno enfermo y la cantidad de problemas que se tienen hasta que te ve un médico. Es horroroso. Otros sitios no he conocido. Pero leo la prensa y, de hecho, los americanos van a copiar nuestro modelo, ¿no?

Para la entrevista, habíamos seguimos el protocolo acordado. La jefa de la Unidad de Comunicación del Reina Sofía, Rafaela Belmonte, nos espera en la puerta principal del Edificio de Gobierno y nos acompaña amablemente hasta la entrada del servicio de Medicina Preventiva. En apenas unos minutos, Rafaela Cuadrado sale a recibirnos. Lo primero son las fotos de rigor: en el laboratorio, en los pasillos, en la sala de espera con los pacientes al fondo. Rafaela Cuadrado se presta sin rechistar a las indicaciones del fotógrafo. Acto seguido entramos en su despacho. Cuadrado le ruega a la jefa de Comunicación que se quede en la entrevista. Para sentirse más segura.

-En febrero próximo se jubila. ¿Qué echará de menos?

-Al hospital y a mis compañeros.

-¿Y los enfermos?

-Yo no voy a romper el vínculo con ellos. Donde haya un enfermo allí estaré echando una mano.

Un pequeño trozo de historia

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